La semana pasada tuve el placer de conectar en clase de la Universidad de Lleida, en el Grado de trabajo social, con los chicos del Canal de lo Social, Oscar Cebolla (que finalmente no pudo estar, nos debes una, y lo sabes 😊), Aman Hamoudi, un tipo serio con una capacidad de trasmitir  proximidad muy interesante, y la prota del documental las chicas del Pras, nuestra querida Carolina Jiménez, a la que pedí esta conexión justo después de visionar el documental en verano (puedes leer aquí el post https://agorats.com/reflexion-sobre-las-chicas-del-pras-cuando-el-trabajo-social-rural-merece-un-premio/ ) y nos pusimos a trabajarlo con el alumnado, que menos que hacerles este regalo a las futuras trabajadoras sociales ¿no?   

Empezaré por el Canal de lo social, https://www.canaldelosocial.com/ porque es una idea que me llama mucho la atención al mismo tiempo que me apasiona. Ellos se definen como un equipo que crea desde el humor, la crítica constructiva y la independencia creativa, y les voy a dar la razón. Escuchando los temas de los documentales que tienen en cartera, diré que me siento orgullosa de reconocer a la profesión en la pantalla, mostrando nuestra cara amable y a la vez, precaria, como la de compañeras de Burgos, que preceden a Madrid y a las de Granada, y que se están dejando la piel en reivindicar y defender  los servicios públicos frente a su desmantelamiento, y que luchan bajo el lema de ‘Reconocimiento Ya’, siendo un referente al que mira toda la profesión en España. Me gustaría vivir en Burgos y unirme a ellas, aunque…  ¿Dónde está escrito que no se puede replicar en todo el país? “Esenciales y precarias” nacerá pronto y nos llenará a todas de energía para impulsar una sociedad más justa y equitativa, sin duda ¡p’alante chicas!  

Otros proyectos que nos dijeron que están en marcha son Cara a cara, cuaderno de campo… esto suena fenomenal ¿no? ¡felicidades!

Y ya centrándonos en las chicas del Pras, diré que viendo en verano el documental me di cuenta de que el trabajo rural es el gran olvidado, incluso en el mundo académico, donde a menudo obviamos que estas realidades existen y deberíamos comprender que no todo empieza y acaba en las ciudades. Las compañeras de las chicas del Pras son un ejemplo, como tantos, de equipos de trabajadoras sociales que se desviven por llegar allá, donde nadie iría por menos de una buena recompensa en forma de complemento por el riesgo de caerte con el coche por un despeñadero, por recorrer curvas y curvas de niebla con mala visibilidad, navegar bajo lluvias torrenciales y con problemas de desprendimientos de piedras en las montañas justo antes de llegar a ese recóndito pueblito de 25 personas en el que te esperan, una vez al mes, sus habitantes, que son, a la vez, los grandes olvidados.

En nuestro territorio serían comparables a las chicas del Pallars Sobirà, de l’Alt Pirineu i Aran, el Pallars Jussà, la Cerdanya, entre otros… a las que se desviven por mejorar la calidad de vida en las zonas rurales del pirineo de Catalunya, y también a las que operan en zonas más próximas a la capital, como el Segrià, o la Noguera, que sin tantos riesgos montañeros, el coche, los quilómetros y los recursos y servicios lejos, hacen del trabajo social que ejercen, una profesión que necesariamente, hace magia. 

El alumnado defendió dudas, reflexiones y preguntas con esmero, tengo que reconocer que estoy orgullosa de ellas, porqué es difícil exponerte en clase y delante de ponentes como los que nos acompañaban. ¡Gracias chicas! 

Algunas preguntas surgen del sentido común: ¿Cómo llega una familia sin recursos hasta un servicio especializado a 50 quilómetros para ser atendida? Pues con imaginación, trasladada por algún vecino, pagando con ayudas del tercer sector desplazamientos… fácil no es, desde luego. ¿Y cuantas veces no existen los recursos necesarios ni rápidos para cubrir determinadas necesidades y es necesario reinventarse los propios servicios básicos en semi especializados? Chicas, es todo retos esto del trabajo rural…  

¿Y que pasa si son personas mayores que necesitan ayuda por su situación de dependencia? Pues que el servicio de atención domiciliaria es la tabla de salvación que garantiza su bienestar, con las mismas dificultades de accesibilidad que las trabajadoras sociales, claro, y la misma o peor situación de precariedad. ¿y como hacéis si hay una emergencia y ese día estáis en otro pueblo? Hay, amigas, pues haciendo malabares, ¿no? 

Las trabajadoras sociales de pueblo son, sin duda, las que tienen los ratios más incomprensibles de población, siendo muy injusto que quien diseña políticas e invierte presupuestos se fije solo en números y no en las particularidades de los territorios y las necesidades de quienes los habitan, ¿no? 

Y claro, inevitable hablar de la despoblación, de la necesidad de hacer intervención comunitaria con proyectos que ayuden a luchar contra la soledad no deseada de personas que están aisladas, de jóvenes que necesitan construir un futuro, de familias inmigrantes que llegaron y repoblaron algunos pueblos con la esperanza de ser acogidos, tener trabajo, vivienda… y no siempre el proceso es así, y se requieren suplementos de intervención para evitar que de nuevo, se marchen a ciudades o territorios menos hostiles en varios sentidos. 

Decía Carolina que es una necesidad para las chicas del Pras el autocuidado y el cuidado dentro del propio equipo. Diría que es una obligación para todas, ¿no? Si no estamos bien, no podremos estar bien con el otro/a ni tratarle ni cuidarle como merece o como la ética nos orienta que debe ser. Las administraciones deberían ser impulsoras de los cuidados de los equipos, pero esto no siempre sucede… ejem.

Ya para finalizar, “las chicas de la UdL” y yo les mandamos un aplauso a las chicas del Pras y a todas las compañeras y equipos rurales, los olvidados pero valientes, para que no decaigan en su gran función, y nos unimos a sus reivindicaciones y a las de las “chicas de Burgos”, en su lucha por los derechos.

Ojalá alguien se de cuenta de que todas las vidas cuentan, y que vivir en pueblitos merece, también, tener garantizado el bienestar y que vivir en la ciudad, con sus complejidades, tambien.