El 21 de abril, DIXIT Lleida Centro de Documentación de Servicios Sociales organizó la conferencia “Una visión de la intervención social en personas sin techo desde una ficción autobiográfica: Calle Maranyosa número 12 “, y nuestra compañera de Ágora, Alba Pirla , autora del libro, fue la ponente, de la mano de Merce Birba, una profesional del ámbito social con una larga y valiosa trayectoria profesional.

La charla sirvió para reflexionar sobre la atención a las personas sin hogar y para poner en valor la labor de los y las profesionales de la educación y el trabajo social hacia este colectivo.

El libro novela la vida profesional y familiar de la autora durante unos años críticos marcados por la COVID19 y por la apuesta personal por el mindfulness. Con un lenguaje coloquial e impetuoso, Pirla narra las vicisitudes de mujeres desahuciadas de la vida, casos de éxito del proyecto la casa primero (housing first) y otros en los que no se llega a tiempo, del Plan Iglú para superar los meses de invierno, de la atención a los temporeros en verano, de la relación entre los servicios sociales y la protectora de animales, de la respuesta a la pandemia y de otros episodios pasados por el filtro de un sentido del humor torrencial.

Las compañeras iniciaron la conferencia siguiendo una metodología innovadora y atractiva, en la que a, partir de la lectura de pequeños fragmentos del libro, nos abrían cada gran tema con una dosis de realismo y conocimiento de la realidad muy interesante; Las Alexandras, haciendo referencia a las mujeres sin hogar, el iglú, sobre los planes de frío, el housing first como metodología de éxito, las malas rachas, sobre la muerte y el acompañamiento al final de vida, los jóvenes migrados sólo, como la nueva cara del sinhogarismo, y el modelo de atención centrada en la persona y los obstáculos de las Administraciones.

Y para conectarnos con la realidad y con los temas, nada mejor que visionar un montaje audiovisual, con la música en el piano de Antoni Tolmos, que inspirado en el libro, creó CICATRIZES INVISIBLES, una pieza que acompaña a las imágenes, emocionantes.

1.- LAS ALEXANDRAS

Las mujeres que llegan a Maranyosa, sin duda, son las más invisibles, las más perjudicadas y las que tienen más penas acumuladas de todo el sistema, nos dice Alba. Las llama Alejandras y salen varias en el libro. Os presento dos, nos contó Mercè Birba.

“A María, chiquitita como es de cabeza, le hubiera gustado ser abogada, o enfermera, pero se quedó en camarera de club de alterna a los dieciséis años. Le gusta la bachata y, en un día normal, por la mañana, pasea.” Por la tarde, pasea.Por la noche, duerme y pensa por dónde paseará mañana, que seguirá siendo «el barrio», porque la asustan los coches de los calles anchas. Así todo el rato. Cada día.Cuenta que su experiencia vital preferida es una vez que celebró su cumpleaños.Su madre le compró una tarta con velas cuando cumplió ocho años.Después no hubo más fiestas familiares.Ni cumpleaños.

Rosario, tan joven, tan sola, tan madre, tan hija sin madre a los veinte años. Tan desesperada que no sabe bien cómo dejarse ayudar, tan sin papeles y con el pasaporte caducado, tan necesitada de todo que no puede sostener sola a su hijo y pide que se proteja. No puede con todo, me lo creo. Se fue, demasiado joven y sola hacia un mundo que le ha mostrado sus garras más terribles, las de las mafias y la explotación sexual. El albergue no está pensado para estos casos y no es necesario separarse de su hijo para salir adelante. Pero ella no lo sabía o no podía comprenderlo hasta entonces y por eso nos trajo a Adrián. Para protegerle. Y para eso está el trabajo social, para abrir puertas o ventanas cuando la persona no es capaz de ver más allá de los problemas que la ahogan y bloquean”.

Las mujeres tardan más en llegar a una situación de calle porque, por un lado, “cultivan redes de apoyo mutuo y resisten mejor las crisis” y, por otro, hacen lo posible para no tener que dormir al raso, ya que se trata de un espacio muy hostil. ¿Son las mujeres sin hogar las más invisibles del sistema ? Preguntó Birba

Si, Sin lugar a dudas. Existe una doble invisibilidad, como mujeres sin hogar dentro del colectivo, donde representan un porcentaje mucho menor que los hombres, pero mucho más complejo y de riesgo. Hay pocas investigaciones sobre sinhogarismo femenino, y los procesos y necesidades de unos y otros no tienen nada que ver. No se ha aplicado la perspectiva de género en el diseño de los servicios y recursos. Los servicios actuales están altamente masculinizados, están diseñados con una perspectiva androcéntrica, lo que puede suponer un problema para las mujeres y las ponen en riesgo de sufrir nuevas situaciones de abuso en equipamientos masificados y masculinizados.

La segunda invisibilidad viene dada por el hecho de que no hay tantas mujeres en la calle porque forman parte mayoritariamente del sinhogarismo oculto. El sinhogarismo es un concepto muy amplio que suele asociarse a las personas que vemos durmiendo en la calle. Ésta es una parte, posiblemente la más dura, el último escalón de la exclusión social y residencial. Pero hay todo un sinhogarismo oculto, invisible, del que no existen datos reales, que son personas que se encuentran en situación de vivienda insegura, inadecuada, en pisos sobreocupados, compartidos, realquilados.

Es una situación muy frágil que en cualquier momento la mujer puede verse afectada y truncada y caer en situación de sin techo. Las mujeres sufren mayoritariamente exclusión residencial oculta, lo que las hace aún más vulnerables a sufrir situaciones de abuso o violencia

¿A los servicios de sinhogarismo llegan las mujeres cuando ya han caído de la sociedad y todo les ha fallado?

Sí, las mujeres agotan todos sus recursos antes de llegar a la calle, y cuando llegan a ella ya están en situaciones muy, muy complejas, muy dañadas a nivel psicosocial. Las mujeres que se encuentran en el llamado  sinhogarismo oculto también vienen a los servicios sociales, sobre todo para intentar no perder el techo o garantizar necesidades básicas.

Cuando han llegado a tocar fondo y están durmiendo en la calle, si no se llega a tiempo, ya han tirado la toalla y reconstruir su proyecto vital, el sentido de vida, es muy complicado, es necesario un acompañamiento, un vínculo, un trabajo lento y profundo si es que consiguen dejarse ayudar y nosotros, los y las profesionales, sabemos lo suficiente o tenemos los recursos para poder ayudarles como necesitan.

Aumenta mucho el sinhogarismo femenino, cada vez nos llegan a Maranyosa más mujeres y más perjudicadas: Observamos que son muchos años de pérdidas, de inestabilidad, de rupturas, por el camino muchas han perdido a sus hijos, están solas, sin red o con parejas que no las tratan bien, con una baja autoestima y sentimiento de fracaso y en el relato observamos a menudo la percepción de haber sido MALA MADRE, MALA HIJA, MALA MUJER. Esto genera más culpa, vergüenza y están muy estigmatizadas socialmente.

Hay que tener en cuenta que existe una mayor prevalencia de mujeres sin hogar que han vivido hechos vitales estresantes o experiencias traumáticas en su infancia, muchas han sido de víctimas de violencia intrafamiliar, ya lo largo de la vida han tenido relaciones de pareja donde también han sido víctimas de violencia machista. En ocasiones y posiblemente de forma reactiva a estas experiencias traumáticas. Aparecen enfermedades mentales, adicciones o patología dual.

Es necesaria intervención muy profunda, muy intensa, desde el vínculo, la confianza, para restaurar poco a poco una vida marcada por el sufrimiento y en este punto las profesionales somos una pieza clave. Y no siempre podemos disponer del tiempo suficiente para dedicar a cada una de ellas o los recursos no son suficientes o no se ajustan a sus necesidades o la red no se corresponsabiliza como debería.

No saben que son supervivientes, y con una gran potencialidad y fuerza, y debemos poner el énfasis en esta realidad, en la reconstrucción del relato que tienen sobre sí mismas y ayudarlas a tener un sentido de vida nuevo, que las impulse hacia la sociedad.

El segundo gran bloque fue el IGLÚ, los planes de frío

El Plan Iglú pretende prevenir las consecuencias del frío y la niebla en la ciudad de Lleida, en la población más vulnerable. El proyecto ofrece atención social durante todo el día, y cobertura a partir de la tarde de atención a necesidades básicas y pernoctación en un pabellón ferial o en un albergue para personas que puedan sufrir enfermedades físicas o que necesitan estar en un servicio las 24 horas por su especial situación de fragilidad

Reflexiones cuando se acerca noviembre:

“Se acerca el invierno y empiezo a notar en mi equipo y en las personas que atendemos que los nervios están a flor de piel. Todos estamos nerviosos por la llegada de la niebla y el frío invierno de mi ciudad, que me hacen sentir cada vez más vulnerable, por la responsabilidad que tenemos hacia la fragilidad extra de las personas sin hogar con las que trabajamos y que duermen al raso.

 Siempre decimos que el IGLÚ es más que un refugio, que se trabajo social a fuego lento. Las profesionales de Maranyosa somos las vigilantes de la estación de la vida cuando ésta está patas llega. Las que activamos lo inactivable si estás jodido y, si hace falta, te quitamos a cuestas en el hospital. Somos esos que se sientan contigo si te hundas y esperan, en silencio, a que puedas o quieras hablar y reconciliarte con la vida, levantarte, y seguir caminando.

Dice #Mimisma que esto la gente no lo sabe, ni los políticos, ni la prensa, ni los técnicos de otros departamentos. Nadie se imagina en realidad lo que hacemos y asocian nuestro rol a la beneficiencia histórica hacia este colectivo: panas, prendas y, a veces, pierna dos días. Y claro, para eso no hace falta tanta prioridad, ¿no?”

Los planes de frío… ¿Para qué Sirven? preguntó Birba

La reflexión es la siguiente:

Surgen de un principio de realidad: hay personas que duermen en la calle y pueden morir por hipotermia. Se abren dispositivos a tal fin, preservar a las personas del frío.

En Lleida hace mucho frío pero la niebla empeora aún más sus consecuencias, la sensación térmica por la humedad hace que sientas más frío. El equipo de Maranyosa se convierte en el Tomàs Molina de TV3 (hombre del tiempo). Afirman ser adictos a METEOCAT durante todo el invierno

¿Y a quién sirven estos planes?

A las personas de la ciudad que duermen al raso, o viven en infraviviendas sin agua, luz, calefacción y que también suponen un riesgo por su integridad en pleno invierno.

También llega mucha gente que no es de Lleida, que busca trabajo como temporeros en una época del año que no hay campaña agraria, o que en sus territorios no hay servicios de alojamiento de urgencia. Existe un efecto atracción que nos desborda cada invierno.

¿Y los que no quieren ir? Se pregunta Birba…

Hay personas que no quieren ir al iglú y es normal. Saben que una solución temporal, no resuelve su situación. Es una solución de emergencia con una finalidad muy concreta: no morir congelado. Pero si pierden el lugar en el que duermen habitualmente, un cajero, por ejemplo, cuando vuelvan, pueden encontrar el espacio reocupado. Es un riesgo que no quieren asumir.

Otras veces no quieren compartir espacios masificados, afirma Pirla, prefieren estar tranquilos y solos. No se puede garantizar la intimidad en un espacio diáfano donde duermes con otras 120 personas. “Yo creo que sería de la resistencia” afirma.

A veces, explica, las actitudes pasivas a menudo derivan de lo que se conoce como el síndrome de la indefensión aprendida: “He aprendido que nada de lo que haga va a cambiar las cosas”, es una reacción entre la impotencia y la resignación, afirma.

Y sólo nos queda estar vigilantes, expectantes, y en ese sentido nos ayudan mucho los cuerpos de seguridad. Trabajamos codo con codo con la policía local para, cada noche, velar por que cada persona se encuentre bien y ofrecerle dormir en el iglú y si no quiere, garantizar que tenga mantas suficientes, un saco de dormir en condiciones… hay personas que tienen más de 200 actuaciones en todo el invierno por parte de los equipos para intentar convencerlas o por lo menos ver cada noche/madrugada que siguen vivos

El plan iglú nos permite realizar un acompañamiento y apoyo intensivo a nivel de calle, con el equipo de educadores de marañosa y de San Juan de Dios en el caso de Lleida, para detectar personas, informarlas, trasladarlas si es necesario hasta el refugio, y establecer vínculos desde dentro del iglú por parte del equipo de profesionales. O desde la calle, si no quieren ir.

Sin embargo, intentamos que el plan sea la excusa Hay personas que han dado un primer paso de la calle a un iglú, han vencido resistencias, y en primavera han iniciado procesos muy buenos y han llegado a vivir en el albergue, en un piso de inclusión o en el housing first. O han encontrado una habitación y viven de forma precaria bajo un techo pero no están en la calle.

¿Y en la pandemia y el confinamiento por la COVID 19 ? ¿Cuál fue vuestro rol? Pregunta Birba

Parece que han pasado tres siglos del confinamiento, afirma Pirla, pero creo que no deberíamos olvidarla nunca, sobre todo porque gracias a la pandemia hemos resurgido en una sociedad mejor, ¿verdad? afirma, con una buena dosis de ironía… Es broma, sigue, pero, ciertamente, debe servirnos de lección: ¿cómo se hace trabajo social en pandemia? Dice que le preguntaron a nuestra precursora Mary Richmond, pero tampoco se había encontrado antes en estas circunstancias… 

La emergencia sanitaria no preveía cómo se confinarían en casa las personas que no tenían casa. De repente nos encontramos en el final del plan iglú, reabriendo, en un pabellón deportivo, una gran casa de confinamiento.

No había protocolos, todo era cambiante, todas teníamos miedo, pensábamos que tendríamos una mortalidad… pero no. No se hacían test, no sabíamos dónde aislar a la gente cuando tenía fiebre, todo era improvisado y trabajábamos las 24 horas del día.

Después vinieron las vacunas, convencer a la gente de que no se morirían o se quedarían estériles por culpa de la vacuna fue un trabajo intenso con los mediadores culturales de salud. También teníamos a las personas de housing first, que viven solas y son muy vulnerables. O las de los pisos de inclusión o las 70 personas que estaban aisladas en el albergue “normal”…

Las profesionales tuvieron que estar atentas a su propia integridad, a la de sus familias, pero también de los y las habitantes del pabellón, del albergue, de todos los servicios, y afirma que salieron a la luz casos gravísimos de personas que compartían pisos sobreocupados, que se habían infectado todos, o que malvivían con menores en 5m2 sin poder ir a trabajar, sin recurso económico alguno. Fue una situación muy, muy dura para todas las profesionales de los servicios sociales y para las personas afectadas por esta emergencia.

Les dijeron que eran profesionales esenciales, y es así, a pesar de la invisibilidad del trabajo de todos y todas las profesionales del ámbito social del sector público y tercer sector social que estuvieron en la primera línea de fuego toda la pandemia.

3.- Nos adentramos en el tercer gran tema que quieren reflexionar, el HOUSING FIRST, la casa primero.

Hasta hace poco, se afrontaba el sinhogarismo con el modelo escalonado donde la persona tenía que ir superando escalones, antes de conseguir vivienda: calle-albergue-alojamiento temporal y, si no se quedaba por el camino, conseguía una casa. El Housing First (primero la casa) cambia este modelo y comienza por la vivienda, introduce Birba.

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 “Paco sostiene entre las manos las tres llaves: la del portal, la del buzón y la de casa. Las mira , las acaricia, las pasea de mano en mano, sostiene un presente y un futuro, pero también un pasado, y lo sabe .

De pronto, rompe a llorar. Qué grande es Paco y qué pequeño se viene en ese momento.

Una noche de heladas, cuando todos los que tenemos casa estábamos a 18 grados bajo un suave edredón nórdico, nuestro equipo de educadoras decidió, antes de fichar, —esto no sé si lo cobran—volver atrás, «por si acaso hay alguien en ese rincón oscuro y escondido».

Siempre quedan dudas a la hora de volver a casa. En las ciudades hay rincones donde nunca pensarías que duerme alguien. Espacios fríos pero seguros que permiten dormir un rato seguido, alejados de ruidos y de personas que puedan tener un brote aporofóbico.

Dice #Mimisma que las casualidades en trabajo social NO existen. Es ese halo en la nuca que nos quita a las profesionales a cambiar de rumbo, a volver atrás «por si acaso…», y acertar. Y esa noche ahí estaba Pepe, en un rincón de la callejuela oscura. Desnudo, en el suelo, delirando. Es el desnudo paranoico, el frío estúpido que hace que sientas calor extremo cuando tu cuerpo está helado y acabas quitándote la ropa. Ese frío que te lleva a morir cuando la hipotermia se come hasta la última reserva de energía y de vida que te queda.

Si googleas cosas del Everest verás qué les pasa a algunos alpinistas que mueren por causas no accidentales y los encuentran desnudos. Si no recibes ayuda externa, te mueres. Pero estaban mis compañeros. ¿Casualidad? ¡Bravo!

La vivienda no es sólo un bien de consumo o de inversión: es también un derecho universal, afirma Birba, y se pregunta: ¿hounsing first es un modelo de éxito?

El modelo clásico de escalera es un modelo acondicionado a un plan de trabajo y, a veces, el premio es un piso. Han tenido que demostrar que merecen un hogar -que a veces nunca llega-. Hay recaídas, idas y venidas, es un modelo frustrante y culpabilizador, a la vez que el que más se utiliza.

El housing es una metodología que facilita vivienda individual, estable y finalista a personas desde la perspectiva del derecho. La vivienda no es un premio, es un derecho, y se parte de este principio: la vivienda como derecho y como base para la recuperación. La vivienda es un catalizador por el proceso de recuperación de las personas.

El modelo no impone cambios de vida. Es la persona quien decide qué quiere hacer, con acompañamiento de los profesionales.

Se dirige a personas crónicas en situación de sin techo o sin hogar, que viven en albergues o alternando temporadas en la calle, que son resistentes a vincularse con los servicios de salud, de adicciones, con problemas de salud mental… y al verse en un hogar que les aporta seguridad de vida, realizan un “click” y unos procesos de recuperación espectaculares. En Lleida 24 personas viven en pisos del housing, proyecto que trabajamos con SJD. La mitad son mujeres.

Dicen los estudios y nuestra experiencia que es un modelo con el 96% de éxito: no hay problemas vecinales, las personas asumen los gastos de las viviendas, vuelven a vincularse a la sociedad, es espectacular, sostienen la vivienda y no vuelven a la calle.

Las personas no viven en la calle porque quieren, afirma Pirla. El problema radica en que hay personas que su estilo de vida, su voluntad y su trayectoria vital les llevan a no adaptarse a modelos que imponen cambios, y el Housing no impone, garantiza un derecho. Hay países que con este modelo han erradicado el sinhogarismo, afirma Pirla, y es necesaria una apuesta firme por esta metodología, sin lugar a dudas. Es mucho más rentable que las plazas de albergue y un ahorro para el sistema de salud, de justicia… por ejemplo, es otro indicador de éxito, ¿no?

Una vez dentro del proyecto afrontamos problemas como la soledad en cuatro paredes, la pérdida de la antigua red de cuando vivían en la calle, el proceso de hacer de la vivienda un hogar… es un proyecto fantástico, afirma.

4.- El cuarto tema va sobre LAS MALAS RACHAS

Alba nos dice que, como en cualquier trabajo, en el Trabajo Social, hay casos que se resuelven y otros no. Lo que diferencia nuestra muerte con la de las personas sin hogar es la soledad; sin esquelas, sin familia ni vela con amigos y familiares. Un funeral de despido al que seguramente sólo asistirá el equipo de Maranyosa otros profesionales de entidades sociales si estaba vinculada la persona.

“Pepe fue hallado muerto con un sonrisa en los labios, en un rincón escondido de una callejuela oscura y abrazado a una cinta de VHS ya una bolsa de Mercadona con medallas de alguna competición deportiva. Pepe tenía ya las lavas de un piso de housing. Empezaba a vivir en él un lunes, pero no legamos a tiempo, murió bajo el frío y la niebla, ¡qué rabia dan estas cosas y cuánta culpa generan!

Pepe, que había sobrevivido a un desnudo paranoico y que tiene una historia encerrada en un iglú, tenía una nueva oportunidad como el housing. Estaba feliz esperando el día de entrar a vivir en su piso, dormía en nuestro albergue de forma transitoria y, lo que era un milagro en su caso, estaba abstinente. Ese piso no llegó a tiempo.

Y te das cuenta de que las trabajadoras sociales tenemos un sexto sentido, algo que te sopla en la nuca, una intuición de que algo no va bien. Como haríamos con un amigo o familiar, salimos a descartar que nuestro usuario pueda estar mal. A veces están bien, estaban de “parranda”. Otras… pues no. A veces pienso en sí nos convertimos en el ángel de la guardia de las personas más frágiles y vulnerables hasta su muerte. A veces es previsible; otras, como puedes ver, no.”

¿Cómo te proteges, como profesional, frente a estas situaciones? ¿Y cómo decides proteger al otro o no? Sobre todo cuando está claro que se autodestruye

Y el sentimiento de culpa que genera una terminación así: ¿Hemos hecho suficiente? ¿Podíamos haber hecho más? ¿Existen proyectos de acompañamiento en la enfermedad y la muerte?

Todas estas preguntas le hace Birba a Alba.

Es un “temazo” afirma ella, para abrir la reflexión.

Yo creo que la primera protección es hablar de la muerte. Es todavía un tema tabú. Conectar con nuestra muerte nos ayuda a conectar con la muerte de la persona con la que trabajamos. Y acompañarlos en las decisiones y que no se encuentren solos en un momento tan importante de la vida y puedan manifestar últimas voluntades

¿Y cómo decides proteger al otro? Sobre todo cuando está claro que se autodestruye…

En la protección del otro entramos en temas éticos ¿Cómo proteger a aquel que no quiere ser protegido? Si la persona no tiene modificada su capacidad de obrar, puede decidir, por ejemplo, ser o no hospitalizada, hacer quimio o no, operarse o no. Es su decisión. ¿Pero qué ocurre cuando esta persona que está al límite de su vida, no tiene un diagnóstico de trastorno mental o de demencia, por ejemplo, y no quiere dejarse ayudar o tratar médicamente? Pues tenemos un problema muy grave, sobre todo si nosotros detectamos indicadores compatibles con unos diagnósticos inexistentes. A veces la implicación del sistema de salud en estos casos es relativa.

Debemos preguntarnos: ¿Tiene toda la información y la comprende? ¿Sabe a qué escenario va si decide no tratarse u hospitalizarse? ¿Ha hecho conscientes las consecuencias de sus decisiones? A veces la pasividad es una reacción al miedo… Es necesario realizar evaluación de riesgos de forma conjunta ante las decisiones, crear estrategias de autoprotección. Por ejemplo, ahora tenemos el caso de un señor que tiene cáncer, explica Alba, está haciendo quimio, y se mantiene en una infravivienda y no quiere ir al albergue. Nos mantenemos igualmente a su lado, en lo que él pueda necesitar, acordamos medidas de autoseguridad y preservación, y sabe que estaremos allí cuando nos quiera al lado o decida alojarse en nuestros servicios.

¿Y qué ocurre con personas que, por ejemplo, tienen un alcoholismo tan severo, que están tan intoxicados todo el día, que vemos claro que cualquier momento morirán, pero su nivel de conciencia de los riesgos que alcanza no es el adecuado o es una decisión sin ninguna conciencia? A veces es necesario tomar decisiones de protección contra la voluntad del otro, que siempre son muy difíciles y no siempre serían autorizadas por un juez. Por eso es necesaria una corresponsabilidad con el sistema de salud, y mucha sensibilidad por su parte, ya que son quienes, en definitiva, tienen los elementos técnicos para saber si la persona que se lleva al límite de la vida lo hace de forma consciente o no y pueden proponer una protección inmediata y involuntaria si es necesario.

¿Es ético dejar morir a una persona en condiciones indignas? Nos queda mucho por reflexionar … afirma Pirla.

Y a menudo aparece el sentimiento de culpa que genera una terminación así: ¿Hemos hecho suficiente? ¿Podíamos haber hecho más?

Cada trabajador social lleva un muerto en su mochila, es una frase de Alejandro Rodriguez Robledillo, autor y editor del libro de Alba Pirla. Ella expresa el total acuerdo con esa afirmación. Un muerto, o más, añade ella…

Siempre aparecen emociones, sentimientos, ante la muerte de personas con las que tenemos vínculos. La culpa está presente sobre todo cuando son muertes no previstas o sobrevenidas, sobre las que nos hacemos más preguntas. Está bien que nos hagamos preguntas por si realmente ha fallado algo en nosotros o hubiésemos podido mejorar nuestra intervención. Pero preguntas honestas también hacia nosotras mismas, como: ¿hemos hecho todo lo que podíamos haber hecho y estaba en nuestras manos? No podemos controlarlo todo, es un delirio, afirma Pirla.

Pero la culpa es muy mala compañera de viaje. Es necesario aceptar que no somos omnipotentes, aprender de cada experiencia, hacer el duelo y pedir ayuda en caso necesario. Si los médicos cada vez que pierden un paciente se hicieran tantas preguntas como nosotras, “se pegarían un tiro”… afirma.

¿Existen proyectos de acompañamiento en la enfermedad y la muerte? Pregunta Birba

En Maranyosa sentimos, el año pasado, la necesidad de realizar un proyecto específico para acompañar el final de vida con dignidad y compañía interpeladas por una “mala racha” de enfermedades y muertes de personas sin hogar que estábamos atendiendo, y que afrontamos como pudimos. Las personas sin hogar, que a menudo no tienen familia o red informal que les acompañe en momentos de enfermedad y final de vida, sufren especialmente estos momentos por soledad y carencia de red familiar de apoyo y acompañamiento, deshumanización y tecnificación de los procesos sanitarios y sociales, miedo a morir, e incluso abandono institucional.

Ayudar a morir en paz puede comportar ayudar a resolver o afrontar temas familiares pendientes, la posibilidad de despedirse, decidir qué se hará con su animal de compañía, u objetos importantes que guarda en la mochila… Nuestro proyecto quiere velar por que la persona sin hogar tenga una atención integral y digna en el proceso de enfermedad y muerte, teniendo en cuenta los aspectos físicos, emocionales, sociales y espirituales de forma individualizada. Garantizar que la persona es el eje central de la atención y de la toma de decisiones, sin infantilizarla y desde la honestidad

Nuestro proyecto contempla diferentes fases e intervenciones: 1) Cuando la persona está bien intentamos tener algún contacto de agenda por si se pone mal o le pasa algo. 2) Cuando la persona está enferma: el acompañamiento al sistema sanitario, soporte y orientación, garantizar la medicación, la dispensación y administración de la misma si son personas con dificultades en hacerlo de forma autónoma, el alojamiento y cuidado y adherencia al tratamiento para que no empeoren, y cuando la persona tiene una enfermedad grave y/o terminal: acompañamiento hospitalario incluido dentro del horario laboral, cerrar agenda cuando es necesario y estar presentes cuando la situación se complica.

Ayudamos a tener mejor confort en ingresos hospitalarios, tranquilidad y ocio en un entorno que a veces es poco amable por la gran carga asistencial que tienen. Y nos aseguramos que la persona comprenda los diagnósticos médicos y podamos apoyar emocionalmente, asegurando a la persona enferma ser escuchada, y que pueda participar en las decisiones de forma autónoma, obtener respuestas claras, honestas, expresar sus emociones y estar informado/a de que tiene derecho a realizar un documento de voluntades anticipadas.

Sin lugar a dudas, es un tema que toca el alma.

El quinto gran bloque es el de los JÓVENES MIGRADOS SOLOS

Hafid dice tener treinta y siete años, aunque aparenta dieciséis. Viene con cara de póquer, despistado, huidizo y cabizbajo. Tiene pinta de haber comido mal desde hace semanas. Con la ropa sucia, como si hubiese intentado lavarla en una fuente pública sin tiempo para poder secarse ni llevar un recambio.

—Joven, ¿esos papeles son suyos? Porque parecen de su tío abuelo, ¿eh? ¿Y esas orejas de la foto del pasaporte? ¿Le han crecido? —le pregunta la Trabajadora Social mirando repetidas veces y de forma alterna la cara del joven y la foto del pasaporte.

—Quiero cama.

No es que sea desagradable o exigente, es que es de las pocas cosas que sabe decir en castellano. Acaba de legar al país y no se entera de nada. Y encima es un menor camuflado. ¡Lo que nos faltaba!

-¿Vienes a buscar trabajo? —le pregunta de nuevo.

—Quiero cama.

—¿Cuándo has legado?

—Quiero cama

—Esta es una oficina que ofrece unos servicios temporales… bla, bla, bla —quince largos minutos de explicación lenta y con gestos para hacerla comprensible.

— ¿Lo has entendido? Bien, pero comprobaremos si eres quien dice que eres, ¿correcto? Si eras menor, dime la verdad, porque tendremos que hacer algo.

—Quiero cama.

Hafid se quedó sin cama en el proyecto de temporeros. Se asustó al ver que los papeles que llevaba de su tío abuelo de Francia no habían colado en servicios sociales, pero creía que seguramente sí que podrían colar en alguna ETT.

Echó a correr y por el camino se llevó por delante a una abuela que llevaba un carrito de la compra. Una tragedia que acabó con el chaval detenido por intento de robo de la medalla de oro de la pobre anciana, según dijeron los ciudadanos que socorrieron en primera instancia a la señora.

Era mentira: él solo corría, escapaba, no quería hacerle daño a nadie y menos robarle la medalla de oro. Hafid acabó en el cuartelillo, donde aclararon los hechos y su identidad como menor. Y de allí, al centro de protección.

El chico magrebí que viaja solo y que no aparenta más de dieciséis años llegó a España hace tres meses. Se montó en una patera, aterrorizado y sin saber nadar vio la muerte de cerca. Luego, en tierra firme, recorrió la península con una mochila con poca ropa y muchos sueños. Le habían contado que en nuestra ciudad trabajaría en el campo y cobraría lo suficiente para sobrevivir. Todo era mentira. Cada vez más jóvenes migrantes solos aparecen en los servicios de personas sin hogar. Una realidad emergente y dura, muy dura para todos.

 Una parte importante de estos jóvenes son chicos y chicas extutelados por la Generalitat que se ven abocados al sinhogarismo una vez que el sistema de protección deja de darles cobertura. Los jóvenes sin hogar, ¿son la nueva cara del sinhogarismo? Pregunta Birba , ¿y cómo está esta situación actualmente y cómo se les puede dar salida y acceso al mundo laboral y a una plena autonomía?

Si, en Lleida suponen el más del 20% de las personas que en un año hemos alojado en el albergue o el 30% de los casos de los educadores de calle.

Cada vez más jóvenes migrantes solos caen en situación de sinhogarismo. En el plan iglú de este año en Lleida hemos acogido a 100 jóvenes en 5 meses. Los servicios de personas sin hogar no se ajustan a sus necesidades, son generalistas y en ellos convive una heterogeneidad de personas que a menudo no es adecuada ni positiva para los jóvenes, que tienen otras necesidades, ritmo vital, etc.

Son chicos con una mochila brutal, con trayectos migratorios que quizás es mejor no imaginar, se han enfrentado a muchas situaciones estresantes y llegan buscando oportunidades, nada más. Existe un gran estigma sobre ellos.

Si no tienen ayuda, o si la ayuda llega tarde o no saben cómo recibirla acaban okupando, delinquiendo, con adicciones, algunos desarrollan enfermedades mentales y entonces la intervención socioeducativa es muy compleja, puesto que todas sus expectativas se han visto truncadas, han enfermado, algunos acaban en prisión, y en la salida intentamos recuperarlos, pero a veces están aún peor de lo que estaban cuando entraron a cumplir la pena. Son casos con una elevada sensación de fracaso, que creo que debería verse como el fracaso de un sistema que desprotege a personas vulnerables, que lo pierden todo cuando aún no han podido ganar nada, en una edad que, a pesar de ser pequeños hombres en sus países, aquí no dejan de ser jóvenes a los que se les exige mucho más que a los jóvenes de su misma edad y que nunca vivirán lo que han vivido los otros chicos.

El proyecto sostre 360 ofrece oportunidades, con un soporte integral y residencial, a jóvenes que salen del sistema de protección y no pueden acceder al circuito para jóvenes ex tutelados. Hasta el momento, es un modelo de éxito, con un bajo porcentaje de bajas y con altas exitosas, en las que los jóvenes han logrado su meta: papeles, formación, trabajo y una habitación o piso en el que vivir de forma autónoma.

Serían necesarias intervenciones socioeducativas integrales, profundas, interdisciplinarias. Los mejores educadores/as deberían ser quienes deberían trabajar en los centros de menores no acompañados. Porque en esta partida no podemos jugar con pegatinas de colores de premio-castigo, hacen falta modelos mucho más humanistas y psicosociales que los reparen y ayuden de verdad. Los jóvenes están solos, sin referentes familiares, y además con el sentimiento (y realidad) de estar en deuda con sus familias en origen, entre otros muchos más elementos…

Y por último, reflexionan sobre el modelo de atención centrado en la persona, el vínculo, la mirada humanista, comunitaria y creativa. Y sobre los obstáculos: la administración como problema y no como solución.

“Edurne volvió al día siguiente, muy, muy alcoholizada, pidiendo con urgencia ver a su trabajadora social. Apenas se tenía en pie y quitaba un ojo morado. A saber qué le ha pasado esta vez. Qué lástima de mujer, es como estar siempre montada en la Dragon Khan.

—¡Tan urgente no será, Edurne! —le dice la compañera—. ¡Si nos vimos hoy!

—Es que necesito un abrazo —balbuceó ella, lloriqueando.

-¿Y tú qué has hecho? —le pregunto, intrigada, ya que lo de abrazar usuarios nos dicen que no se hace…

—¡Pues qué voy a hacer, Alba! ¡Qué voy a hacer! Acompañarla a urgencias, que el parraque que le dio el vino con el Diazepam la estaba sobrepasando.

—¿Y lo abrazo? —insisto.

—Pues… también —me responde, medio avergonzada, pero con gran sonrisa.

—Mary Richmond, ¿está permitido abrazar a las usuarias? —sigo pendiente de respuesta

“Hace años que integramos a los animales en la intervención, y cada primavera reanudamos nuestro proyecto ¡GUAU!, que está hecho con el corazón y la conciencia de que los animales ayudan mucho a las personas con las que trabajamos.

Al llegar al Centro de acogida de animales no puedo contener la pena viendo a los perros en las gábidas, espaciosas y limpias, pero frías. Algunos perros se veían contentos, dando saltos; otros, tristes, con esa mirada abatida que se te clava en los ojos. Me duele ver esto. A estas, que Bubba, nuestro Goliat, me dice: —Hoy cogeré a éste, que lo que tenía la semana pasada ha sido adoptado y en éste no me había fijado antes. ¡Necesita ir a la peluquería, como yo! —y nos reímos—. El es un gos nervioso y yo soy hiperactivo, me lo ha dicho la educadora. ¡Menuda pareja! —más risas— . Ahora está feo, pero pronto estará bien —me cuenta—. Venga, a ver si te encontramos pronto una casa —le dice al perro, sonriéndole” .

¿Nos hemos refugiado en modelos funcionalistas, rígidos, que apuestan por el ajuste de la persona sin hogar en la sociedad y en los servicios y que incluso pueden llegar a criminalizar a aquellas personas que los rechazan o que fracasan en el intento? Pregunta Birba.

Es la opción más fácil pero no la mejor, afirma Pirla. Que decepcionantes podemos llegar a ser cuando nos parapetamos detrás de una mesa, construyendo una muralla, sin dejarnos “tocar” por el otro, ¿no ? Se pregunta Pirla. Dice que los modelos funcionalistas nos alejan de la esencia de nuestras profesiones y que hemos perdido de vista lo esencial, las personas, mirarlas a los ojos, escucharlas de verdad, en un ejercicio vertical de las profesiones que en el caso de personas con tantas cargas como las psll no sirve para nada. Se nota cuando nos ponemos “la bata”, nos alejamos del otro, y ¿qué pasa cuando se quita la sábana al fantasma ? Pues que no hay nada…

Además, afirma, nos hemos instalado en un Trabajo social criticón y de Juan Palomo, que son las traiciones que Luis Barriga dice que hemos hecho en la profesión: el criticón no aporta nada, entra en bucle y no cambia lo que no funciona, se instala en la queja. Habría que ser valientes y decirles “si no aportas, aparta”.

El “Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como”, es lo que cada uno va a lo suyo, sus “casitos”, “sus papelitos” y no ve más allá, ni a los compañeros/as que quizás sufren, o con los que podría trabajar proyectos interesantes, o en una red que habría que impulsar en el trabajo conjunto, no, cada uno parece que va a la suya… ¿no ? Se pregunta Pirla –es una lástima, la verdad –afirma.

En nuestro caso de Maranyosa, y seguro que en muchos equipos, luchamos por un enfoque centrado en la persona, que respeta los procesos, no empuja, que intenta garantizar derechos y mejorar el día a día y su bienestar en todos los sentidos. Decía en el muro de Berlín: las almas, como los cuerpos, también mueren de hambre, y esta frase nos empuja a alimentar todo lo que va más allá de la comida o dormir en una cama, alimentar el alma de cada persona, y también las de las profesionales, con buenas prácticas que nos permiten trabajar de forma horizontal, más cercana, más eficaz desde el vínculo.

Tenemos mucho volumen de personas a atender y poco tiempo, así que muchas cosas que no podemos llegar a trabajar profundamente desde la intervención individual, las intervenimos con acciones grupales y comunitarias que tienen como principios u objetivos, además de disfrutar- las al máximo, de:

  • La autoestima, a través de la reciprocidad (huertos, guau, que es el proyecto que se extrae el fragmento anterior de los perros abandonados en refugios que las psll ayudan para conseguir mejorar las opciones de tener un hogar, entre otros)
  • Las segundas y quintas oportunidades (guau, taller de bicis, reciclaje de materiales o seres que ya no son funcionales en el sistema y que se convertían en piezas de arte, en mobiliario funcional, generando efecto espejo)
  • El arraigo en la ciudad y la identidad
  • El autocuidado y la autoestima (mindfulness, arteterapia)
  • La autonomía y toma de decisiones, autogestión
  • El reconocimiento del otro, de su singularidad y valor humano e individual: ¿se había parado a pensar que la palabra RECONOCER es muy importante porque se escribe igual del derecho que del revés ? Nos pregunta Pirla…

¿Y cómo lo hacemos? Pues con Alianzas, coaliciones, con el arte y la cultura, experimentando, asumiendo riesgos, creando, pero no hay ideas si no hay profesionales motivados, por supuesto, con “prácticas buenas”, dejando de ver sólo problemas y viendo oportunidades … entre otras muchas cosas. El equipo Maranyosa siempre está dando vueltas a cómo mejorar esto, aquello… es extremadamente creativo y motivado.

Y para terminar el acto reflexionan sobre la administración pesada y la burocratización, ¿acaban vulnerando los derechos de los ciudadanos? Se pregunta Birba

“Cuando todo se llena de la estricta gestión y procedimientos administrativos que odio, cuando tengo una banda organizada de verbos que me persiguen para poder desarrollar mi trabajo, dejo de reconocerme y de ver los rostros de las personas, los de mi equipo y los de las personas sin hogar, y me abandono a mi suerte… Entonces los procedimientos toman el mando de mi nave y me empujan a su merced y, lo que es pitjor, la vacían de lo que realmente tiene alma y me llena: ver a las personas para las que trabajo.

Sin duda, los trámites con otras Administraciones son un lastre para la profesión. Una tortura. Hacemos de gestoría de los pobres, pero ¿cómo, si no, consiguen nuestros clientes, sin conocer el idioma y sin toneladas de paciencia, cerrar trámites imprescindibles?

Sí, las Administraciones dejan en la cuneta a millones de personas. Y punto. Y lo sufre la ciudadanía y, de rebote, nosotros.

—¡Soy unas cómplices del mal funcionamiento del sistema! Si no voy a las barricadas es porque no os da la gana. ¡No tenéis ovarios para manifestarnos con sus usuarios en contra de las trampas burocráticas! ¡Que esto es la selva de los papeles! ¿Os habéis visto? Qué pena de trabajadoras sociales, que decepción —nos llama, acusadora, #Mimisma.

A veces pienso que tiene razón.”

Claramente, las TIC se nos han comido, y parece que las administraciones no tienen claro que existe un alto volumen de personas que ni están alfabetizadas en este tema ni lo van a estar nunca, pero parece que no tiene importancia, y abandonan las personas a la su suerte. Las citas previas que han venido para quedarse, la no presencialidad sustituida por la automatización… nos hemos convertido en una sociedad que saca derechos y encima les devuelve en forma de culpa, afirma Pirla. También hay trámites que son imposibles aún teniendo formación en TIC, parece hecho expresamente porque mientras pierdes el tiempo mirando en la cámara por el IMV y se borra todo el trámite, al final, ¡puedes desistir y tirar el ordenador al suelo!

Yo creo que existe una grave vulneración de los derechos humanos desde las propias Administraciones, el artículo 25 habla del derecho a tener un nivel de vida que asegure la salud, el bienestar, vivienda, alimentación… Si ? Dice Pirla, ¿y que pasa si un Ingreso Minim Vital tarda 9 meses en resolverse? si es vital, cuando llega ya deberías estar muerto ¿verdad ?. Es un oxímoron.

Afirma que estamos jugando una partida de ajedrez con fichas de parchís.

Ante esta situación de vulneración de derechos humanos y de tanta injusticia social, los y las profesionales deberíamos estar en las barricadas, luchando por los derechos, pero estamos demasiadas borrachas de nosotros mismas, afirma Pirla, el activismo parece ser otros, no por nuestros colectivos profesionales.

También hay leyes que merman derechos, como la Ley de extranjería, que tira al vacío cada vez a más personas y que caen en el sinhogarismo, lo que seguramente con un permiso de Trabajo lo evitaría porque son personas en edad laboral, que podrían aportar mucho a sectores profesionales sin mano de obra, por ejemplo.

Las Administraciones tienen ritmos y prioridades que no van de la mano de la realidad del día a día. En este sentido, suerte tenemos del tercer sector social, mucho más ágil, se puede avanzar a las necesidades, ser proactivo…

También afirma que las Administraciones no son un Alien, es decir, las forman personas que toman decisiones, y otras que trabajan de funcionariado de primera línea. No se puede consentir que lo que está en primera línea de atención de las vulnerabilidades trate mal a la ciudadanía, si usted no puede ayudar al menos no maltrates a la gente, ¿no ? Y quienes toma decisiones sobre los recursos humanos, por ejemplo, también son personas. Todo el mundo tiene mucho trabajo, el sistema está colapsado, faltan trabajadores que saquen expedientes antes de que caduquen, y Esto lo deciden las personas y las que hacen las políticas…

Y para cerrar todos los temas, que sin duda serían para profundizar horas en cada uno de ellos, nos cuestiona:

¿Y cuándo el obstáculo somos los mismos/as profesionales de las trincheras??… y nos insta a ser críticos y no cómplices del sistema, a surfear la práctica buscando las rendijas del sistema en beneficio de aquellos a quienes se están vulnerando sus derechos. A hacernos oír, escribir, hacer visible a aquellos que aún no tienen voz, ser su voz.

Alba Pirla nos anima a innovar, a crear, a arriesgar con prácticas buenas, a disfrutar de las profesiones maravillosas que tenemos, como el Trabajo o la educación social, a volver a la esencia de la profesión, a las personas por las que trabajamos .

y nos anima a leer Maranyosa 12, donde además de los temas expuestos en el Dixit, encontrarás mil más que seguro que te emocionarán, o te harán reír, depende del caso, claro, como ella dice

La melodía de Tolmos es, sin lugar a dudas, la banda sonora de Maranyosa CICATRIZAS INVISIBLES

y el libro está casi agotado en la web !