En el dia internacional de las personas sin hogar, no podemos evitar hacer una entrada sobre nuestro día a día como trabajadores/as sociales, acompañando. Aquí va.

-¿Juan?

Le despierto. Aunque no me gusta, pero no se mueve y nos preocupa.

-¿Necesitas algo, Juan?

-No

-Tienes frio, estás temblando…

-Si

-Llamo una ambulancia.

-No. Me quiero morir en la calle.

-Yo no. Me importas. No te puedes morir.

-Vamos, comes algo, te acompaño, entras en calor.

-No, en serio. Gracias. Que no.

-No llevas anorak, te traemos uno, ¿si?

-Vale.

Cuando trabajamos con personas sin hogar a menudo sentimos cierta impotencia y, a la vez, ilusión por ver como una persona que se ha caído de la sociedad o se ha bajado despacito, o de golpe, vuelve a recuperar las ganas de luchar. A menudo es un proceso lento, con recaídas, en un modelo de escalera (calle-albergue-piso compartido con supervisión profesional-…y teóricamente…piso autónomo, trabajo -y novia/o 😉 -) que está demostrando ser muchas veces ineficaz y alejado de la voluntad, de las ilusiones y deseos de las personas.

Acostumbran a ser modelos rígidos, basados en cierto planteamiento conductista y cercano al control social. En él, los y las trabajadores sociales, aunque escuchamos, “sabemos” bien lo que necesita el otro. Y eso, a veces, no es del todo correcto. Porqué si alguien sabe qué quiere es un uno mismo, aunque no coincida con los deseos de los profesionales o a veces tarde más en decidirse o verlo claro.

Nosotros, en nuestra pequeña aldea gala, estamos intentando luchar contra modelos que a nuestro parecer se han quedado “viejunos” e intentamos implantar modelos mucho más flexibles, individualizados, humanistas. Ahí vamos, “desaprendiendo” tantas veces como podemos.

Hace casi un año publicábamos un relato sobre PACO y su entrada en el proyecto Housing first. Prometíamos una 2ª parte, aquí va.

El milagro Housing: “SIN EMPUJAR”

Paco, recién salido de un cajero los últimos muchos años de su vida, empezó una nueva etapa con las llaves de su casa, una lavadora (lo mejor del piso) y el saco de dormir en la basura. Ha pasado casi un año y Paco se mantiene en su casa. Le han operado de la vista, ha mejorado un poco la visión -al 15%- y ha pedido ayuda para manejarse solo con un bastón. (Increíble como para los autobuses, joer Paco, que crack)

Se ha vuelto conocido en el barrio. Su barba homeless de tantos años sin pasar por una tijera se ha convertido en una barba cuidada, semanalmente, sin perderse ni un viernes, por el barbero del barrio. Se ha quitado 10 años de encima, es presumido el hombre. Diría que tiene hasta un nosequé que le hace guapo, auque a mi las barbas no me gustan, le veo un punto ¿hipster?

La camisa de cuadros, limpia y arrugada (“pa qué planchar, si se vuelve a arrugar”…- cuánta razón tiene-), sigue siendo de las pocas prendas de ropa que luce. Paco no nació para el Black Friday…

Paco, el hombre duro y huraño por el que no dábamos ni un duro, se ha convertido en un hombre simpático, dicharachero, feliz. Piensa en recuperar vínculos familiares, allá por Girona, pero se acojona solo de pensarlo y lo descarta. Igual hay que ir más despacio, Paco, ¿no?

Yo no creía en los milagros. Hasta el dia que vi a Paco sonriendo al futuro.

A él se han añadido al housing: Luisa, Kevin, Antonio y Marcelo. Todos con su historia fracasada que ahora es pura fuerza y dignidad.

Y ahí estan los “chicos housing” Cristina y Josep, acompañando, sin empujar… y nosotros mirando, observando, alucinando, provocando nuevas oportunidades. Está claro que partir de los derechos tiene premio. Y el premio es ganar vida.

Y ese premio es para nosotros también, a la constancia, a la paciencia, a la ilusión, por creer en las personas y su capacidad para salir adelante.

Ahí, en la calle, en el cajero, hay decenas de personas en nuestra ciudad (centenares en otras) esperando para poder reconsiderar su vida.

Y ahí seguiremos los y las trabajadores y educadores sociales, a su lado, “sin empujar”.