Hay semanas largas, semanas cortas, semanas normalitas y semanas duras, muy duras. Está ha sido una de ellas para el equipo en el que trabajo. Nos hemos enfrentado a la incertidumbre, una vez más, al dolor,  la despedida y al llanto en común (por dentro y por fuera). Pero cuando entras en un equipo joven, unido y sobretodo que cree, por encima de todo, en lo que hace, sabes que la experiencia va a ser satisfactoria y que debes exprimir al máximo el tiempo y aprender todo lo que puedas aunque los días vengan grises.

En el día a día surgen muchas oportunidades de adquirir conocimientos sobre recursos, protocolos, programas… cosas técnicas en general y si te fijas mucho, también puedes aprender un poquito de ese savoir faire que sólo te da la experiencia, esos “trucos” y “maneras” que te ayudan tanto en la comunicación con las personas a las que atendemos. Pero cuando tienes unos días duros y los tienes en equipo, el campo de aprendizaje se amplía hasta dónde tu “vista” te límite. Cuando tu papel consiste en intentar acompañar a los compañeros cuando están pasando un mal trago de los de verdad, de los que no tienen solución posible, sales tocada pero sales más fuerte.

Desde que asomé la patita por la puerta del equipo de atención a las personas sin hogar, sabiendo que tenía fecha de caducidad, estoy intentando aprender cómo nunca y me está ayudando en mi proceso de reconciliación con la profesión. Trabajando con personas sin hogar mejoras notablemente tu capacidad de adaptación, aprendes aún más la importancia de la cohesión de equipo (básica en cualquier equipo de atención social, por otro lado) y del peso de las palabras y de su intención. Ves crecer tu consciencia sobre el hecho de cómo estar bien (in)formado puede inclinar la balanza hacia un buen proceso personal o hacia un camino complicado y frustrante, y cómo la comunicación fluida y directa del equipo mejora el día a día de estas personas y ayuda en momentos difíciles.

Si tú vocación es el Trabajo Social, creo que es importante verlo todo y quedarte, en la medida de lo que posible, con aquel campo en el que te sientas mejor, porque sin duda, ofrecerás lo mejor de ti. Ser un buen profesional es básico, incluso vital, en nuestra profesión.

Y después de lanzar al “aire” mis reflexiones en un viernes lluvioso, sólo me queda añadir: p’alante equipo!!!!

Noemí Cabasés