Una vez más nuestra compañera Laura Haro nos inyecta una buena dosis de esperanza y optimismo a partir de su experiencia cotidiana. Gracias por compartirlo.

Dice Wikipedia que un relato es una narración estructurada en la que se representan sucesos mediante el lenguaje. Los relatos pueden ser ficcionales o representar personajes o sucesos históricos.

Éste relato tiene mucho de ficción y poco de realidad, o era ¿mucho de realidad y poco de ficción?

En muchas ocasiones se habla de cifras, pero no se piensa en las historias. Los relatos pueden ser un instrumento que nos permita comunicar nuestra práctica profesional y ponerla en valor. El arte de contar historias, tiene que ser el arte de observar y, por supuesto, el arte de sentir.

Míriam Hatibi, en su libro, Mírame a los ojos: no es tan difícil entendernos”, refiere que “las cosas buenas se invisibilizan, y, cuando se visibilizan, se hace como si fuese una cosa extremadamente singular, algo único, excepcional, como si la norma fuese otra cosa. Y ésta cosa normalmente es negativa”.

Los relatos nos tienen que servir para contar, para visibilizar, todas las cosas buenas que nos pasan en esto del trabajo social. Porque como decía mi primer jefe en el ámbito en el que trabajo, la atención a personas en situación de sin hogar, nuestro trabajo, nuestro día a día, es de colores, mientras que en otros ámbitos siempre es gris o mucho peor, ¡negro!

Viktor, natural de Bulgaria, lleva ya años en España. Hace alrededor de cinco años que se trasladó a vivir a Lleida. Cuando lo conocí hacía poco que se encontraba en la ciudad. Manifestaba que se había desplazado hasta aquí para trabajar en la recogida de la fruta, pero llegó muy pronto para su cometido.

A Lleida se desplazan muchas personas para trabajar en la recogida de la fruta. La mayoría vienen con unas expectativas reales de trabajo previas, pero otras vienen a buscarlo. Hay personas que llegan a destiempo, cuando aún faltan meses para que se inicien los trabajos agrícolas y/o cuando ya casi están finalizando. Algunas de estas personas tendrán dificultades para trabajar porque presentan factores de riesgo que les limitarán y condicionarán las posibilidades de inserción laboral. Desde factores estructurales e institucionales (dificultades de acceso a vivienda a precios asequibles, adecuado cumplimiento del convenio sectorial del campo, no disponer de permiso de trabajo, etc.); a factores relacionales y personales (relación familiar inexistente, rupturas, discapacidad, problemática de salud, etc.)

Viktor, a pesar de su juventud, ha pasado mucho tiempo en situación de calle. No obstante a su situación siempre se ha mostrado motivado por mejorar sus competencias técnicas y poder trabajar. Siempre se mostró cerrado, de trato huraño en algunas ocasiones, aislado… Utilizaba la ironía y el sarcasmo en muchas de las entrevistas y me repetía constantemente que no confiaba en mí, que no confiaba en los profesionales y que no confiaba en nadie. ¿Qué le habrá pasado para sentirse así? – Me preguntaba.

No quería hablar de su pasado, ni de su familia, sólo del aquí y ahora. Y el aquí y ahora eran un sentirse mal, pero no estar en situación de aceptar ayuda. A pesar de todo venía al centro. Sus frases de desprecio eran peticiones de auxilio. ¡SOS!

Con el paso de los años pudimos gestionar una renta mínima que le permitiese garantizar unos ingresos regulares mínimos y salir de la situación de calle. Él continuaba verbalizando su desconfianza hacia los profesionales y hacia mí. Sus ganas de trabajar y su búsqueda de empleo le llevaron a un trabajo estacional, pero su situación de salud no permitió su continuidad en el tiempo. Hubo una involución y volvimos a la situación de partida. No, no era una situación de partida, era un “retomar” la relación, porque con el día a día ya se habían empezado a construir puentes de confianza y seguridad en ésta.

No puedo decir que Viktor se sienta bien aún. Su situación es frágil.

Hace unas semanas, casi sin querer, y cuando yo le informaba y le daba todas las explicaciones del mundo, me cortó en seco y pronunció por primera vez éstas palabras “no hace falta, ahora confío en ti”. Piel de gallina se me puso.

Creo que empieza una progresiva confianza en sí mismo y en los demás y un camino directo a la mejora de su situación. Espero. Él marca el ritmo.

En la última entrevista, cuando le propuse como podíamos proceder a partir de ahora, si él aceptaba, y le pregunté como se sentía, me contestó: TENGO GANAS DE BAILAR.

Pues sí, él marca el RITMO del proceso y nosotros le acompañamos.

 

¿No es apasionante nuestro trabajo? Como dice Alba Pirla, ¡Por un trabajo socia bailable! Siempre.

Laura Haro