Una vez más , nuestra compañera de Àgora Herminia Vicente, nos invita a reflexionar sobre el trabajo social. Esta vez desde una vis trágico-cómica.
Ana es una profesional veterana que hace mucho tiempo que trabaja en servicios sociales. Un día observando la agenda de su compañera María, recientemente incorporada en el equipo le comenta:
- Veo que tienes programada a la familia que vino a pedir hora el otro día… Bueno, ya sabes, más de lo mismo: que si alimentos, que si una ayuda para el piso, que si siempre ayudáis a los de fuera….
A veces la rutina y el desencanto nos invaden y pasan situaciones como esta, que no por comprensibles, se deben justificar. Hola Spoiler, adiós a la posibilidad de enfocar la intervención con una mirada diferente.
Elisa trabajadora social del equipo de atención y acogida ha de traspasar un caso al equipo de tratamiento. Sabe que los datos que transmita pueden condicionar la intervención posterior; por eso la información que se intercambie ha de permitir obtener una visión global de la situación, pero también ha de ser capaz de generar expectativas y activar el interés de los profesionales que recibirán el caso. Esto es un Teaser.
Lucia, 45 años, dos hijos y una larga historia de maltrato familiar y de pareja. Tras una dura, larga y complicada intervención por parte del equipo de servicios sociales, decidió coger las riendas de su vida y ser la protagonista de su propia historia. Dejó atrás su ciudad y junto con sus hijos ingreso en un centro de atención para mujeres maltratadas. Ahora una nueva Lucía vive en primera persona. De vez en cuando nos hace llegar noticias suyas…. os acabo de contar un bonito Spin-off.
Hoy tiene cita Felipa, asidua incondicional de los servicios sociales. Persona muy locuaz, su particular vocabulario siempre consigue dibujar una sonrisa en los profesionales que la atienden y hoy la verdad es que está sembrada:
- Señorita, ya le truje los papeles que me pidió; como está la independencia de mis padres?; hoy me duelen las verticales, y las avaricias de las piernas no me dejan de andar; me toca ya la comida del polígamo?; y la aduya para lo del piso cómo está?; cualquier día pido hora a la pepsicologa; no se preocupe que mi hijo solo fuma porros, fuma porros a rajatabla…
Esto es lo que se conoce como blooper.
Consuelo, 80 años, vive sola desde que hace 10 años murió su Antonio, al que cada vez que recuerda se le ilumina la cara. No tuvieron hijos per no les falto amor. Alegre, activa, espontanea, hoy una artrosis galopante le está cortando las alas; ya no tiene ganas de salir ni de hacer actividades. Las tareas de la casa, la higiene personal se ha convertido en una auténtica carrera de obstáculos.
El equipo de servicios sociales valora que una ayuda a domicilio puede ser un buen recurso para hacer que Consuelo recupere autonomía y mejore su calidad de vida. Y es cuando entra en escena Carmen, trabajadora familiar experimentada y con mucha destreza para crear vínculos y poder trabajar con éxito situaciones como la que vive Consuelo. Hace poco que ha empezado a acudir a su domicilio y poco a poco surge la sinergia que hace posible el cambio.
Dos historias, dos vidas que se cruzan y juntes son capaces de crear un nuevo relato, un auténtico Crossover.
Hace tiempo que los servicios sociales trabajan con la familia Pérez. Muchos problemas, muchas entrevistas, muchos altibajos, mucha tensión, muchas dudas y algunas veces hasta cierta agresividad. Al final parece que el tiempo invertido comienza a dar frutos y los cambios empiezan a hacerse evidentes. Las entrevistas con la familia, mucho más relajadas, permiten espaciarse en el tiempo. Aquel nudo en el estómago cada vez que se les atendía ha desaparecido y surge la satisfacción por el trabajo bien hecho.
Hoy estaban citados para que nos explicaran como le iba al hijo mayor en su nuevo trabajo, pero no se presentan a la entrevista y no contestan a nuestras llamadas. A veces pasa ya sea porque al final no salió bien y temen ser juzgados, o piensan que han de romper el vínculo o porque simplemente reconocer sus puntos débiles les ha hecho vulnerables. Sea cual sea el motivo, lo que ha sucedido es un Cliffhanger.
Pilar es la primera vez que viene a los servicios sociales; se muestra nerviosa, esquiva, no mantiene la mirada; se contradice en su relato y su actitud nos dice más que lo que cuenta. Confesar las miserias a una persona desconocida no es fácil y por eso a veces nos lanzan mensajes ocultos y hemos de estar muy atentos para saberlos interpretar; es lo que se conoce con el nombre de easter-egg.
A Loli, Nadia, Fátima, Filo, Khadija, Sole y cinco mujeres más se les ha propuesto formar parte de un grupo de promoción social. El primer encuentro es importante y se ha de buscar el motivo que las anime a continuar. La propuesta ha de ser llamativa pero solo será la excusa, lo importante es que se creen vínculos que permitan avanzar y abordar temas más profundos. Es lo que cinematográficamente se conoce con el nombre de Macguffin.
El trabajo social utiliza como herramienta de intervención las historias de vida; por esto es importante evocar y narrar hechos pasados lo que se conoce como flashbacks, pero también hace falta mirar al mañana, recreando e imaginando futuros alternativos o lo que se conoce como flash forward.
El trabajo social está lleno de spoilers, spin-off, crossovers, cliffhangers, y otros nombres impronunciables, pero que, al igual que pasa con el cine, hacen de él algo mágico y emocionante.
Podemos decir que el trabajo social y el cine tienen mucho en común; contamos con un elenco importante de actores y actrices. A veces son protagonistas de unas historias que no quisieran interpretar; otras en cambio son personajes secundarios que luchan por conseguir un papel principal.
Todas las personas vienen con un guion en la mano y algunas solamente necesitan ayuda para interpretarlo. Pero todas tienen una historia anterior, su precuela y seguramente muchas de ellas padecerán sus secuelas si no conseguimos mejorar su argumento.
Como en el cine, el trabajo social habla de historias de vida, biopics, con toques de drama, comedia, terror, fantasía e incluso ciencia ficción, y estas historias se desarrollan en diferentes escenarios: en interiores, exteriores, domicilios, establecimientos, aunque a veces nos falla el atrezzo.
Algunos relatos parecen no tener fin, convirtiéndose en auténticos culebrones o soap opra como se conocen en el mundo audiovisual; otros en cambio son auténticos sitcoms. A veces tenemos un golpe de suerte y conseguimos que una intervención poco planificada llegue a ser un verdadero blockbuster.
El trabajo social necesita directores, patrocinadores, sponsors que hagan posible una correcta puesta en escena y que el screening consiga una buena cuota de share.
Y como pasa en el cine, no estamos exentos de la temida critica. Nuestras historias tienen repercusiones en los propios actores y actrices, pero también en su entorno lo que nos ha convertido algunas veces en protagonistas de publicidad sensacionalista. Pero también contamos con un colectivo de expertos que con su análisis nos ayudan a entender mejor los relatos, a darles un nuevo enfoque, y nos enseñan como cambia la mirada si se llevan puestas las gafas violetas.
Elevar el trabajo social a la categoría de arte, es darle el reconocimiento y la visibilidad que se merece y puede ser considerado patrimonio que hay que proteger, cuidar y respetar.
Posdata: Si una persona a la que no esperabais se os cuela en el despacho sin cita previa, no os confundáis; eso no es cine, ni es arte, eso es simplemente un spam.
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