Un relat d’Alba Pirla en el que ens mostra que la passió i la paciència és fonamental per la intervenció social. Gràcies!

22 de marzo de 2020.

Me encuentro aislada en una habitación de mi casa y solo puedo hacer balconing cuando el resto de familia no está en él. Pandemia, confinamiento… venimos de una semana de locos habilitando un pabellón deportivo en Lleida para poder confinar a las personas sin hogar. Una auténtica locura. En momentos sobrevenidos, inesperados y de gran angustia, invisibles, estamos los profesionales sociales dándolo todo a riesgo de que acabes pillando tu, claro, pero somos inconscientes, ¡ai no!, esenciales, perdón, dicen,… El 2020 nos trajo la COVID. El 2021, COVID+ nevadas, que cuando trabajas con personas sin hogar, añade riesgos infinitos… Dicen que el 2021 le sujeta el cubata al 2020, debe ser verdad.

Ese marzo, en una salida al balcón, descubro en la plaza de mi casa, a un joven rubio. No debe tener más de 30 años, pienso. ¿No está confinado?

Salgo al balcón por la tarde. Sigue ahí. Dibujando, sentado en un banco.

23 de marzo de 2020

Busco la única salida al exterior que puedo usar de mi casa, bendito balcón. Mi mirada busca al chico rubio. Ahí sigue, en el banco, dibujando. Se acerca una patrulla de policía. Hablan con el. Fijo que le multan, pienso. Se va la patrulla. La gente aplaude a las 20h. y él está en el centro de la plaza, ausente al ruido, como si esos aplausos fuesen olas en las que se funde, con la mirada perdida en el dibujo.

27 de marzo de 2020

El chico rubio sigue en el banco. Mierda, pienso, trabajas en la unidad de personas sin hogar, os dejáis la piel para que puedan aislarse de la COVID y el chico, nuevo, ahí sigue, en la calle. Y le ves caaaaaaaada día, mañana, tarde, noche. Y no puedes hacer nada. Pienso que se debe sentir observado, pero le resbala, lo noto.

30 de marzo de 2020

Bajo al perro y me acerco al chico, buscando su mirada. Me construyo un relato sobre él, la imaginación en pandemia se despierta. ¿Qué hace este chico en Lleida en pleno estado de alarma, solo, en la calle, como ha llegado aquí? cada día viene la policía a decirle que se confine. Y él no quiere. Eso genera ruido vecinal, “que le pongan preso por no confinarse” y #chimpum, muerto el perro… se acabó verlo en la calle cuando todos estamos presos en casa, que jode mucho.

Mi equipo, que sigue trabajando en pandemia, se acerca a él. No quiere nada. Otra vez, nada. Más veces, tampoco… Así, semana tras semana…mes a mes.

Laura, que es la trabajadora social del CSI, descubre en las redes que el chico está en búsqueda por la familia, desaparecido ¡¡Bingo!! llamamos a la familia. Y seguimos  interviniendo con educadores de calle, psiquiatría de calle, con seguimiento indirecto de cada uno del equipo que vive en el barrio… todos conocemos , digamos a Enrique, y nadie puede conseguir que le mire a los ojos y acepte ayuda. Un reto.

Nunca olvidaré cuando hablé con el padre por primera vez. Nunca. La desesperación de la familia, la alegría por saber que está vivo, la angustia por no poder venir a verle por el estado de alarma, el miedo al rechazo… Un padre preocupado que colabora en todo y más, pero quien debe dejarse ayudar es Enrique. Y pasan meses, llega el invierno con la COVID, llegan las quejas, el “Ayuntamiento” no hace nada… más quejas…. más informes…otra queja de vecinos, y una más. Hasta 50. Creo que todos conocen a Enrique y saben qué le conviene. “Que le encierren”, “que le detengan” “que los profesionales se interesen un poco, coño, que hagan algo que bien que cobran a final de mes”….. y así todo el rato. Justificas, explicas, haces informes. Otro informe. Uno más…. expones, pides tiempo, karma, despacio, ¿nos pueden dar la oportunidad de dejarnos trabajar, por favor? y si, nos la dan, raro, ¿no? Cuando sientes la confianza de tus superiores técnico-políticos te da más fuerza para seguir, entienden que estamos en el camino y que somos los y las profesionales los que, con criterio técnico, decidimos. Si, es raro, lo sé… y más cuando se genera ansiedad social…

Y el crudo invierno de Lleida nos trae nieve. La policía local hace más de 100 actuaciones con Enrique. Los educadores de calle llegan como pueden hasta él. Nada, no quiere nada. Mira que es cabezón este hombre, por Dios…

Hemos dicho en varios posts que el trabajo social se cuece a fuego lento. Y és verdad. Tiempo, espacio, acompañar, estar ahí, llevarle libretas y lápices para que siga escribiendo y pintando. ¿Un café? Observarle de lejos, hablarle de cerca. Mirarle y sostener la mirada. Poco más. Es poco, seguro, pero en el fondo es mucho, seguro también.

4 de mayo de 2021

La situación de Enrique ha empeorado. Acumula, está delgado, está peor. No genera alarma, es un chico tranquilo. Obligar judicialmente es invasivo, pero a veces no hay más remedio para preservar la vida de una persona …  pero también, a veces, los milagros ¡existen! Enrique acepta un ingreso voluntario. ¡Ole! el equipo está muy contento. Es el comienzo de una nueva etapa. Esperemos que siga así.

Ayer me llamó el padre. Agradecido con todos los que hemos acompañado a su hijo. Las enfermedades mentales son duras para todos. ¿Qué le ha debido pasar por la cabeza todo este tiempo, Alba?- me pregunta…  los caminos de la mente son complejos… Empiecen de nuevo, acompañen el momento, déjenle  espacio, que se recupere y vuelva a vincularse al mundo. Poco a poco, sin prisas, como en la cocina de la abuela. Recuperar un ser querido tiene que ser emocionalmente brutal.

Me emociona pensarlo, seguramente lo que siento es compasión, en el buen sentido. Desear profundamente que “el otro” deje de sufrir, más allá de la empatía.

A veces, y solo a veces, los servicios sociales hacemos “algo “, aunque sea despacio y esa lentitud crispe a la sociedad, que piensa que todo debe solucionarse de golpe, #chimpum, y si hace falta, que el golpe sea de porra, ¡hombre ya! Una sociedad enferma que piensa que la vida es simple y que todos tienen que ser obedientes y funcionales.

Y la policía, que lleva porra, tampoco la ha usado. Paciencia, cada noche una patrulla, cada día una actuación, cada día sale Enrique en las reuniones de coordinación donde se planifica la mejor estrategia conjunta con los cuerpos de seguridad en su función de auxilio ciudadano. A eso, en mi pueblo, se le llama trabajar con calidad, con calidez, pero sobre todo, con pasión por las personas. ¿Igual ser esencial es por eso? si, por ser seres humanos que velamos por los otros humanos. Unos sanan cuerpos, son visibles, otros velamos por la vida mejor de las personas, no nos ven. ¿Y que?

Así que seguimos, en las trincheras de las calles, con la ilusión de que, de vez en cuando, las cosas tengan final feliz

Y #chimpum