Alba Pirla

Profesora asociada del Grado de Trabajo social de la Universidad de Lleida

Hace años que me dedico a la docencia universitaria y a la intervención social. La diversidad de modelos de intervención social me apasiona pero he tardado en encontrar un modelo que combine lo mejor de cada uno para dar una respuesta global, humanista y que pueda provocar cambios en las personas.

A menudo observo cierto mecanicismo en el planteamiento de la intervención social y bloqueo en el uso de modelos teóricos para comprender, interpretar o plantear mejoras. Creo que se han instalado estrategias excesivamente conductuales y poco cognitivas, poco centradas en la persona y que tienden a adaptar a las personas a los servicios y recursos y no los mismos a las personas y sus realidades, necesidades y deseos. La rigidez institucional a menudo genera poco espacio para la flexibilidad, que creo que debería ser un elemento imprescindible en colectivos en situación de exclusión social. El empoderamiento de las personas desde una perspectiva de autonomía, de adultez, de reconocimiento y de dignidad debería ser, a mi modo de entender, para el trabajo social una estrategia clave a seguir.

Así, el modelo INCLUE, elaborado por el Grupo Emaús Fundación Social, ha sido el mejor hallazgo de mis últimos años de estudio de la combinación de los modelos que más me atraen y que creo que son más beneficiosos. Así, preparando la presentación del modelo para mi alumnado de la universidad de Lleida, me atrevo a preparar este post con un resumen de las ideas clave del modelo, animando a los/las colegas a la profundización en el mismo y a su aplicación. Podéis encontrar toda la información en la web del modelo http://emausinclue.com/inclue

A modo de manual práctico, el modelo INCLUE señala de forma explícita los elementos clave para la fase de acogida, diagnóstico, diseño del plan de intervención, ejecución y seguimiento, y evaluación, aportando fichas y técnicas concretas que ayudan al profesional a llevar a cabo su trabajo con la persona en el centro de su atención. El sujeto de intervención pasa de ser el usuario/a al ciudadano/a.

Dice el manual que……………….

La complejidad de las situaciones y los procesos asociados a la exclusión social, así como el resultado de las medidas y los modelos actuales orientados a favorecer la inclusión social, hacen cada vez más evidente la necesidad de un cambio de modelo de atención a las personas en situación de exclusión social.

A su vez, a la preocupación por el incremento de las desigualdades, el alto grado de precariedad y la pérdida de la calidad de vida que el contexto de crisis económica y financiera ha puesto en evidencia en los últimos años y los efectos que están situaciones tienen en las personas establemente instaladas en la exclusión se suma, por un lado, la necesidad de identificar un nuevo marco conceptual de referencia que redefina las claves de una atención de calidad para todas las entidades público-privadas que intervienen en el ámbito de la inclusión social y, por otro, la necesidad de reflexión, análisis, reposicionamiento y reparación de la práctica profesional para abordar y fomentar un itinerario de cambio, desde la coherencia y la sostenibilidad del sistema actual a un escenario caracterizado por una cultura de atención que reconozca las necesidades diferenciadas de mujeres y hombres y que esté centrado en la calidad de vida, los derechos, autonomía y ciudadanía activa de las personas.

Esta preocupación y necesidad de cambio de modelo que Grupo Emaús Fundación Social venía compartiendo con otros agentes es, precisamente, la que motiva la formulación y liderazgo del Proyecto INclúe: Innovación para la Inclusión Social, una iniciativa gestada desde la colaboración interinstitucional a partir de la constitución de un partenariado entre Emaús Fundación Social, la Dirección Xeral de Inclusión Social de la Consellería de Política Social de la Xunta de Galicia y la consultora EOSA (Estrategia y Organización, S.A.) que participa en calidad de socia tecnológica.

Priorizando la revalorización de las personas, su dignidad y calidad de vida, se ha tratado de desarrollar un manual que propone herramientas, metodologías e identificación de buenas prácticas que conjuguen las perspectivas técnicas que están en la base del Modelo INclúe, con las perspectivas de las personas en situación de exclusión social y que permitan el trabajo conjunto entre todos los agentes implicados en los procesos de inclusión- cambio de perspectiva que implica el modelo Inclue, que trae consigo un cambio de perspectiva y una nueva mirada en relación a los procesos de inclusión social.

En ese sentido, esta nueva óptica se basa en los siguientes elementos básicos:

  1. En la base del modelo están los derechos de las personas, que se   constituyen como el punto de partida del modelo. EL RESPETO Y LA GARANTÍA DE LOS DERECHOS DE LAS PERSONAS USUARIAS COMO CONDICIÓN INDISPENSABLE EN LOS PROCESOS DE INTERVENCIÓN SOCIAL
  • Dignidad
  • Privacidad e intimidad
  • Autodeterminación (capacidad de decidir) y autonomía (medios para decidir)
  • Elección
  • Satisfacción y realización personal
  • Protección, conocimiento y defensa de los derechos
  1. Las personas están en el centro de todas las actuaciones; EL PARADIGMA DE LA CALIDAD DE VIDA COMO OBJETIVO BÁSICO Y LA PLANIFICACIÓN CENTRADA EN LA PERSONA COMO METODOLOGÍA PARA LA INDIVIDUALIZACIÓN DE LOS PROCESO DE INCLUSIÓN SOCIAL

Esto implica que la aplicación de este enfoque exige que se clarifique cuál es el contenido específico de la noción de calidad de vida para la persona con la que estamos trabajando. Así, desde este modelo de intervención se concede una gran importancia a la fase de diagnóstico o evaluación comprensiva. En dicha evaluación se identifican aspectos de la vida diaria de la persona, sus hábitos y costumbres, pero también sus gustos, valores y preferencias. De este modo, se busca construir una caracterización de las distintas dimensiones que componen el concepto de calidad de vida en el caso específico de la persona a la que atendemos:

  • Bienestar emocional
  • Relaciones interpersonales
  • Bienestar material
  • Desarrollo personal
  • Inclusión social
  • Derechos

Aplicando el enfoque de la calidad de vida y la planificación centrada en la persona se confiere una gran importancia al autodiagnóstico o perspectiva de la propia persona acerca de su situación vital. Finalmente, también se tendrán en cuenta aspectos vinculados a los gustos, preferencias, deseos y fuentes de bienestar personal para la persona. Este tipo de información habitualmente escapa a los métodos de diagnóstico y valoración convencionales. El enfoque de la calidad de vida, sin embargo, permite incorporar todos estos elementos al diagnóstico e integrarlos en el plan de intervención de la persona.

  1. El objetivo es la calidad de vida, a la que tratamos de llegar desde una   doble estrategia: la de la activación inclusiva y la participación social. EL EJERCICIO DE LA CIUDADANÍA ACTIVA Y LA PARTICIPACIÓN SOCIAL COMO ESTRATEGIA PARA EL EMPODERAMIENTO INDIVIDUAL Y COLECTIVO, LA PARTICIPACIÓN COMUNITARIA Y LA ACTIVACIÓN INCLUSIVA

La clave del empoderamiento está en la eliminación de las barreras formales e informales que obstaculizan la capacidad de autodeterminación de las personas, así como la transformación de las relaciones de poder entre los individuos, los profesionales, las comunidades, los servicios y la administración. Desde esta perspectiva, el empoderamiento se considera un proceso social multidimensional a través del cual los individuos y grupos adquieren una mejor comprensión y control sobre sus vidas, teniendo la posibilidad de modificar su contexto sociopolítico y mejorar sus condiciones de vida.

Además, es importante que entendamos el empoderamiento como un proceso tanto individual, como colectivo. Esto supone que no sólo debe fomentarse el derecho a la autodeterminación de las personas, sino que es igualmente importante promover la participación y la capacidad de decisión en los espacios colectivos en los que participan las personas en situación de exclusión social.

Esto implica diseñar e implementar formas participativas para la gestión y el funcionamiento de los recursos y servicios asistenciales, así como iniciar procesos de cambio en los que los/as usuarios/as constituyan uno de los ejes centrales en torno al cual giren los cambios organizacionales.

Para ello, se apuesta por tres claves metodológicas básicas: la coordinación, la evaluación y la perspectiva de género.

Además de estas críticas fundamentales al androcentrismo, el enfoque de género, para una mejor comprensión del proceso de exclusión social pone el acento en la existencia de itinerarios de exclusión diferenciados en función del género; es decir, las mujeres llegan a la exclusión por razones y procesos específicos y condicionados por el género. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que la violencia de género y la estigmatización social son unas variables transversales en muchos de los colectivos de mujeres en procesos de exclusión social. Si bien en algunos colectivos en procesos de exclusión las mujeres son minoría con respecto a los varones (por ejemplo, las mujeres en situación de calle), se ha constatado que estas mujeres están expuestas a una violencia específica, como los abusos sexuales y la violencia de género en general. Como sucede en el ámbito de las prisiones, otro ámbito masculinizado, los recursos están pensados para satisfacer solamente las necesidades de los usuarios varones.

CLAVES TEÓRICAS EN LOS QUE SE BASA EL MODELO INCLUE Y QUE SE RECOGEN EN LAS BUENAS PRÁCTICAS Y RECOMENDACIONES DE ESTE MANUAL

El modelo Inclúe se basa en el establecimiento de una relación horizontal entre los/as profesionales y las personas en situación de exclusión social. Así, toda práctica encaminada a democratizar el acceso a los recursos (información, capacidad de decisión, reconocimiento etc.) por parte de la persona dentro de dicha relación, será una práctica en línea con este modelo.

LOGRAR ESTABLECER LAS BASES DE UNA ALIANZA DINÁMICA (CREACIÓN DEL “VÍNCULO”) ENTRE LA PERSONA Y LOS Y LAS PROFESIONALES QUE LA ATIENDEN EN TORNO A UN PROYECTO COMÚN

El proceso de inclusión social de la persona: preparar y planificar la llegada de la persona de forma individualizada, contando con las opiniones, preferencias y deseos de la persona ofrecer servicios y recursos con formas de acogida e intervención lo suficientemente laxas y flexibles como para responder a las necesidades, deseos y capacidades de un amplio abanico de personas y circunstancias vitales modelo de material para auto-diagnóstico que permite recoger las expectativas, deseos, preocupaciones y propuestas de la persona respecto a su plan de inclusión social personalizado

EJEMPLO DE EJERCICIO DE AUTO-DIAGNÓSTICO QUE PERMITE CONOCER LOS DESEOS, MIEDOS Y EXPECTATIVAS DE LA PERSONA EN TORNO A SU PRESENTE Y A SU FUTURO

IDENTIFICAR CON QUÉ FUERZAS Y RECURSOS CUENTAN, TANTO LA PERSONA COMO SU ENTORNO, MAPEANDO LA DISPONIBILIDAD DE ESTOS RECURSOS EN TODOS LOS “ESPACIOS” FÍSICOS Y RELACIONALES EN LOS QUE TRANSCURRE LA VIDA DE LA PERSONA Y TENIENDO EN CUENTA TODOS LOS TIPOS DE RECURSOS DISPONIBLES

CONOCER CUÁLES SON LOS HÁBITOS Y COSTUMBRES DE LA PERSONA PARA PODER ADAPTAR EL CONTENIDO DEL PLAN DE INTERVENCIÓN A LA COTIDIANEIDAD Y A LAS RUTINAS DIARIAS i A VIDA DE LA PERSONA

Recabar la información generada sobre la persona por otros servicios sociocomunitarios haciendo partícipe a la persona del proceso de recogida de la información e, incluso, dándole la responsabilidad directa de gestionar el proceso determinar cuál es la situación de cumplimiento de los derechos de ciudadanía y de los derechos económicos y sociales de la persona identificar cuáles son las áreas de mayor vulnerabilidad de la vida de la persona, teniendo en cuenta toda la información obtenida en el proceso de diagnóstico y considerando tanto los aspectos objetivos de la situación de la persona, como la vivencia subjetiva que ésta hace de su situación llegar a construir mediante un proceso de consulta y diálogo con la persona un codiagnóstico, esto es, una visión compartida entre la persona y el/la profesional acerca de cuáles deben ser los ámbitos de la vida de la persona que se incluyan de forma prioritaria en el plan de intervención de la persona buenas prácticas en la fase de diseño del plan de intervención

  1. Incorporar todos los principios del enfoque de la planificación centrada en la persona al proceso de diseño e implementación del plan de intervención.
  2. Lograr que el plan represente un equilibrio entre lo que la persona quiere, lo que la persona necesita y lo que la persona puede hacer.
  3. El plan de intervención debe ser flexible, adaptado al ritmo de la persona y centrado en la calidad de los procesos, además de en el logro de los objetivos.
  4. Implicar a los apoyos naturales de la persona en el desarrollo del plan de intervención y tratar de expandir la cantidad y calidad de los apoyos naturales con los que cuenta la persona mediante el plan de intervención individualizada.
  5. Constituir el grupo de apoyo de la persona y elaborar estrategias colaborativas que combinen el uso de recursos y apoyos asistenciales y comunitarios para alcanzar los objetivos establecidos en el plan de intervención.

LOGRAR QUE EL PLAN REPRESENTE UN EQUILIBRIO ENTRE LO QUE LA PERSONA QUIERE, LO QUE LA PERSONA NECESITA Y LO QUE LA PERSONA PUEDE HACER

El plan de intervención debe ser flexible, adaptado al ritmo  y las circunstancias de la persona y centrado en la calidad de los procesos, además de en el logro de objetivos implicar a los apoyos naturales de la persona en el diseño del plan de intervención y tratar de expandir la cantidad y calidad de los apoyos naturales con los que cuenta la persona constituir el grupo de apoyo de la persona y elaborar estrategias colaborativas para alcanzar los objetivos establecidos en el plan de intervención

BUENAS PRÁCTICAS EN LA FASE DE EJECUCIÓN Y SEGUIMIENTO DEL PLAN DE INTERVENCIÓN

  1. Establecer mecanismos de comunicación y coordinación permanentes con cada una de las personas y entidades que participan en el plan de intervención de la persona, velando por el cumplimiento de los objetivos, compromisos y acuerdos establecidos en el plan y asegurando la calidad de los procesos de apoyo y acompañamiento de la persona.
  2. Incluir formas de evaluación intermedia y mecanismos de retroalimentación a lo largo de todo el proceso de intervención, especialmente, en aquellos momentos que coincidan con puntos de inflexión o cambios importantes en la vida de la persona.
  3. Dinamizar el grupo de apoyo encargado de acompañar el desarrollo del plan de intervención de la persona, guiando el trabajo del grupo hacia el logro de sus objetivos, logrando los acuerdos necesarios para alcanzar los objetivos y regulando la comunicación y la interacción entre los miembros del grupo.
  4. Adaptar la intensidad del acompañamiento a los recursos que la persona muestra para enfrentar cada uno de los objetivos contenidos en su plan de intervención, así como a los cambios en su estado emocional general y, especialmente, a la irrupción de situaciones de crisis y factores de estrés en la vida de la persona.

REALIZAR SESIONES PERIÓDICAS DE REVISIÓN DE LOS OBJETIVOS Y REPLANTEAMIENTO DE LAS ESTRATEGIAS PARA LA INCLUSIÓN SOCIAL DE LA PERSONA, CONTANDO CON LA PARTICIPACIÓN DE TODAS LAS PERSONAS IMPLICADAS EN SU PROCESO DE INCLUSIÓN SOCIAL