Ahora que cerramos el año me gustaría proponeros una breve reflexión que me inquieta desde hace un tiempo pero que no sabía como abordar. Quiero iniciar la reflexión haciendo referencia a un tema muy concreto y aparentemente neutro e inofensivo pero que progresivamente nos vamos dando cuenta que afecta y está vinculado con otras esferas de lo político y de lo social y en definitiva nos afecta a la ciudadanía en general y como siempre a algunas personas o colectivos en particular. Me refiero a dos acontecimientos que se han producido en Cataluña (pero que son trasladables a otros territorios) en el último mes (y no me refiero “al procés”) y que ya se han convertido en verdaderas tradiciones e incorporados de forma natural a nuestro calendario colectivo de dosis de solidaridad.
Por un lado hemos asistido un año más al “Gran recapte d’aliments” que impulsan conjuntamente los bancos de alimentos de Cataluña (hay que recordar que en otras comunidades autónomas también se realiza esta recogida de alimentos incluso en las mismas fechas) con una participación de voluntariado impresionante y con una cantidad de recogida de alimentos que aumenta año trás año. Por otro lado me refiero a la Maratón de TV3 que este año recaudó sus fondos para la investigación sobre el cáncer y que recaudó casi 11 millones de euros.
Son dos acontecimientos que sin duda han calado hondo de forma definitiva en nuestras vidas y me atrevería a decir que incluso en nuestro “inconsciente colectivo”, como diría Durkheim. Con esto quiero decir que las personas sienten una necesidad de colaborar y si no lo hacen casi se sienten mal por no hacerlo debido a cierta presión social. En el caso del “gran recapte” podemos ver como no se limita a la recogida en supermercados dónde la bondad del evento hace difícil no llenar una bolsa de solidaridad ante la atenta mirada de todos tus vecinos sino que además en las escuelas también se ha convertido en un acto ejemplificante de solidaridad hacia los pobres y así se va transmietiendo como la gota malaya, un potente mensaje de altruismo inequívoco que los niños y niñas asumen como válido. “Nosotros los solidarios y ellos los pobres”.
En el caso de la Maratón, por supuesto que nadie puede estar en contra de un ejercicio colectivo , público y manifiesto de la solidaridad a raudales que destila nuestra sociedad. Los colegios, instituciones , la sociedad civil, los famosos y famosas y la clase política desplegan de forma decidida, voluntaria, altruista y generosa sus mejores galas y sus mejores dones para dar respuesta a la llamada de la solidaridad. No puedo olvidar la Maraton que de forma excepcional se realizó en plena crisis contra la pobreza en el año 2012. Todo un éxito, se dijo. De hecho existe un antes y un después de todo aquello ya que por un lado se aceptaba sin demasiada resistencia el fin de muchos derechos sociales (reforma laboral, por ejemplo) y se aceptaba al mismo tiempo ,inconscientemente, que la sociedad civil era la que tenía que asumir a partir de entonces las riendas de la solidaridad y del bienestar de sus congéneres.
La sociedad está contenta y encantada (más bien hechizada), los partidos políticos… también lo están (encantados de haberse conocido) ante tanta muestra de generosidad independientemente de sus posiciones políticas e ideologicas. La derecha, la izquierda y el centro, nadie lo cuestiona precisamente porque sería políticamente incorrecto (e innecesario y contraproducente para ellos) . Ante esta dinámica imparable y la consiguiente aceptación de los hechos sólo me queda decir y reconocer que la sociedad civil responde de forma directa, empática, emotiva y sin contrapartida alguna a la llamada de la solidaridad y por lo tanto se acepta sin condiciones que existen personas que tienen necesidades alimentarias a las que hay que dar respuesta sin dilación y que se debe apoyar y ayudar a la investigación contra el cáncer para que las personas y familias que conviven con esta enfermedad tengan cada vez mayores esperanzas y que la sociedad en general pueda luchar con más fuerza contra esta enfermedad que no entiende de clases, etnias ni sexo ni de edades.
Mi pregunta es, ante esta situación ¿Porqué al día siguiente de estos magníficos acontecimientos se pueden oir o se siguen oyendo frases de la misma boca de los solidarios/as , como por ejemplo, que las ayudas se las llevan los inmigrantes o que los inmigrantes viven de las ayudas, o primero los de aquí?. ¿Porqué hay que dejar entrar a tantos inmigrantes o refugiados si ya tenemos bastante con lo nuestro?¿Porqué se arriesgan a perder la vida si todo son mafias y aquí la cosa está muy mal? ¿Como se puede ser tan malos padres y enviar a los hijos menores a la muerte o en el mejor de los casos a la marginación y exclusión social?.
¿Dónde está el problema?. ¿Acaso la solidaridad liderada por la sociedad civil lleva un prospecto en el que se puede leer a quien hay que ayudar y a quien no por su origen?. ¿Quizás hay que priorizar a ciertas personas o colectivos para recibir un tratamiento contra el cáncer?. ¿Existen pobres de primera y de segunda?
Parece ser que precisamente éste puede ser uno de los argumentos más populistas actuales para enfrentar a las personas que compiten desde la necesidad por los mismos recursos escasos y convertir a la solidaridad en un concepto sesgado, condicionado , excluyente y reducido a una parte de la sociedad, es decir un verdadero oxímoron , una “solidadirad-exclusiva” .
Bien, pués este es el precio que hay que pagar si lo que construimos es un mundo de solidaridad empática, arbitraria, benéfica, caritativa y no un mundo basado en los derechos sociales subjetivos. Y lo que es más preocupante es que ya existen partidos políticos que ya están elaborando las recetas con los respectivos prospectos de como hay que gestionar estas ayudas.
Agárrense que vienen curvas!!!!
Ramon Julià
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