Hace más de diez años que conocemos a Lucia desde el servicio de atención a personas en situación de sin hogar en el que trabajo. Así que podemos considerar -atendiendo al factor tiempo en intervención1– que se encuentra en situación de cronicidad severa.
Lucia, de 63 años, vive y se siente sola. Tiene diferentes enfermedades crónicas que de vez en cuando se complican y requieren su hospitalización. El manejo de sus enfermedades requeriría un buen autocuidado, y esto no es algo que haya caracterizado a Lucia a lo largo de su vida, aunque algo ha mejorado…
Cristina, la trabajadora familiar de nuestro equipo, acude semanalmente al domicilio de Lucia para visitarla. Le facilita ayuda para organizar el arsenal de fármacos que tiene prescritos; la orienta en aspectos relacionados con el cuidado de la vivienda y la organización doméstica; con el cuidado personal y también lleva a cabo acompañamientos principalmente para realizar visitas médicas. Lucia, sin referentes familiares, pasa de la soledad al vínculo con Cristina.
Tras la última alta hospitalaria de Lucia, y dado que Cristina estaba de vacaciones, me acerqué a su domicilio para ver como se encontraba y ayudarla a organizar su pastillero semanal.
Cuando llego me encuentro con el interfono destrozado, pero finalmente accedo al interior del edificio. Lucia no está. Le dejo una nota con letras grandes y mayúsculas ya que tiene muchas dificultades de lectoescritura, pero sé que en tamaño grande y en mayúscula me lee. Pienso que debe encontrarse bastante bien si ha salido de casa y aparto de mi mente los malos pensamientos2. En la nota le indico que se pase a vernos por el centro de servicios sociales.
Lucia es la persona que conozco que ha tenido más números de teléfono. Los móviles no le duran más de una semana: los pierde, se los quitan, se los vende… Nunca hay manera de localizarla telefónicamente.
Al cabo de un rato, y dado que Lucia no ha venido al centro, decido pasarme de nuevo. Después de las dificultades para acceder al edificio, llego a su piso. ¡La nota no está! Lucia me abre la puerta, con bastante buen aspecto y comiéndose un Frigo pie.
- Laura, ¿me has dejado tu ésta nota?- Contesto – ¡Pero sino se leer! -Pero yo sé que me lee, poquito a poquito, en letra grande y mayúscula.
Debajo de mi nota hay notas anteriores de Cristina. Porque a pesar de saber qué día y a qué hora Cristina hace las visitas domiciliarias, no siempre la encontramos en el domicilio.
- Acabo de salir del hospital me dice. ¿Y sabes Laura? Nadie me ha venido a visitar. – Sólo Soledad estuvo con ella, pienso.
- ¡Y no fumo ni bebo Laura! – Y es que dejar de fumar es fundamental para evitar que empeoren sus problemas de salud.
Me quedo en el vestíbulo de su piso. Algo huele muy fuerte y me entra un ataque de tos que apenas me permite hablar. En éstas que me llaman por teléfono. Me excuso, le digo que tengo que marcharme con urgencia y que me pasaré al mediodía por su casa.
Horas más tarde, y por tercera vez en esa mañana, vuelvo a su domicilio. Me abre la puerta y me conduce a su dormitorio.
- ¿Te acuerdas de Aurelia? –Pero yo no me acuerdo –Pues ella me recomendó comprar un colchón de segunda mano y ¡ahora mira!, ¡me salen bichos!
- ¿Y no quieres decir que los “bichos” te los traes de fuera Lucia? Porque Lucia tiene su piso muy “personalizado” a base de recoger diferentes enseres de la calle y llevárselos a casa.
- -¡No!, ¡es el colchón!, para seguidamente decirme que me siente en el borde de su cama… ¡Ahí no me siento Lucia!, gruño yo. ¡Vamos al comedor!
- Ya sé lo que te ha pasado antes me dice, refiriéndose a mi ataque de tos. –Eché un pesticida antes de que tú vinieras. -¡Joder! Casi me mata, pienso.
Me dispongo a ayudarla con la organización del pastillero. Por suerte le indican que siga con su medicación habitual. Entro, con su permiso, en la cocina para lavarme las manos y me encuentro un cenicero usado en el fregadero. Me sale el monstruo que llevo dentro. – ¡No fuma me dice! Pero no entro en discusión alguna. A veces pienso que me ve como si fuese un detector de humo o un alcoholímetro…
- ¡Joder Laura! ¡Qué lenta eres para organizar las pastillas! Cristina me lo coloca todo en un santiamén. -¡Qué quieres Lucia!, no estoy acostumbrada a manejar tanto arsenal farmacéutico…
Mientras le coloco la medicación y le pregunto qué le ocurrió y como se siente, insiste en enseñarme sus muñecos y peluches. Todos reciclados.
- ¡Ah mi chirriquitín! ¡Chirriquitín! Y me enseña un peluche oso sin ojo que da mucha grima, al que le tiene mucha estima y que dice que a veces duerme con ella. ¡Chirriquitín! Sigue mientras intento concentrarme en la medicación…
Lucia. Cuerpo de mujer y mente de niña. Lucia siempre me ha producido ternura y en muchos momentos he sentido que no sabía como ayudarla.
Su situación residencial ha mejorado considerablemente en los últimos años, pasando de una situación de calle y de espacios inseguros y hostiles a acceder a su propia vivienda, pero la soledad y la situación de aislamiento aún continúan.
Hemos intentado sin éxito vincularla a actividades más grupales y/o comunitarias, pero de momento no hemos tenido éxito. Siempre pone por delante que sus problemas de salud le impiden su participación. Será que, como dice Sebas, compañero de trabajo social y de Àgora de Treball Social, que le falta una pastilla contra la soledad…
Dice Gustavo García, de la Asociación Estatal de Directoras y Gerentes en Servicios Sociales, que “la soledad no se arregla con más servicios sociales, sino con compañía”3.
Habrá pues que buscar fórmulas y medidas para crear redes de relaciones sociales.
Cuando me dispongo a salir de su piso veo que en el pasillo tiene colgado un marco de fotos. El marco aún conserva la imagen que venía cuando lo adquirió (o recicló). En él se aprecia el rostro de una mujer desconocida. Mira, tiene a Soledad hasta en una foto pienso.
- Julià, R. y Pirla A. (coords.). (2019). La intervenció social amb famílies en situació de cronicitat en els Serveis bàsics d’atenció social. Lleida: Col·legi Oficial de Treball Social de Catalunya.
- https://agorats.com/las-trabajadoras-sociales-tambien-lloran/ by Alba Pirla.
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