Hace unas semanas, justo antes de la presentación del libro c/ Maranyosa, 12 trabajo social bajo la niebla, vi en las redes que alguien a quien admiro, Antoni Tolmos, también publicaba un libro: Tu mejor escenario. 12 claves para actuar en público y en la vida, que ciertamente, me llamó la atención. Tolmos es un gran pianista, compositor, conferenciante, maestro, y sobre todo, y por delante de todo, una gran persona. No se quien dijo que la poesía es de quien la necesita, no de quien la escribe, y la música, como él nos la trasmite, también. Ojalá  la propuesta narrativa de Maranyosa, llegue a ser también, vuestra.

Revisaba mis contactos de WhatsApp para invitar a la presentación de Maranyosa 12 a aquellas personas que de una o de otra forma habían sido parte del proceso, y al llegar a la “T” conecté con que este verano, cuando el libro estaba en versión horno, haciendo chup chup en mi cabeza y manos, la música al piano de Tolmos me acompañó en el trayecto. No puedo vivir sin música, pero… ¿Por qué Tolmos? Porque es magia. Sus discos, en bucle, me inspiraban emociones, me hacían llorar, o me daban una energía inaudita a las 6 de la mañana, simplemente era capaz de rescatar mi estado emocional con cada nota y con ella, cada pedazo de vida que se cose en la obra.

Cada amanecer, mirando al mar,  Sara me invitaba a describir y a recrearme en la vida de Paco, nuestro Don Quijote, de Pepe, que sobrevivió al desnudo paranoico o frio estúpido, de Edurne, la “Alexandra” más compleja del libro, y de María, pequeñita como es, “de cabeza”. Al llegar a la historia del joven Hafid, la pieza de Like a bird consiguió que visualizase su presente y su futuro empujado por la corriente de las notas del piano de Tolmos, al lado del agua, en un rio. Y White breeze me invitó a no desfallecer a medio camino del final, como seguro que les ha pasado en la vida a tantas de las personas a quien desde el trabajo social acompañamos o a nosotras mismas, cuando entramos en crisis, porque somos trabajadoras sociales, pero también humanas ¿no? 

Sobre la pieza Reflexión Tolmos nos dice: “Prepara la canción para escucharla en el silencio. Delante de un espejo. No te arregles ni maquilles. Solo te verás tú. Suena la canción y tienes tres minutos para mirarte a los ojos. Al pelo. A la boca. A tus manos. Reflexiona. Da gracias. Sonríe.” 

Y eso hice justo después de escribir FIN en mi libro: sonreír y agradecer. 

Pues bien, en dos días he devorado su libro “Tu mejor escenario”, y ayer le preguntaba al autor si además de un ser mágico, es también trabajador social. Las 12 claves para actuar bien podrían ser un apasionado manual de trabajo social. Te lo voy a contar (solo un poquito): 

En la primera clave, Tolmos nos explica que lo más importante de tu actuación es hacer sentir al público, sea en lo alto de un escenario o en la vida. Y es que el libro te invita a indagar cómo eres, cómo vives, y cómo actúas. Y es que en definitiva lo más importante es trasmitir, y en el trabajo social es imprescindible que el otro/a sienta algo cuando caminamos a su lado, hay que transmitir que estamos ahí para sostener lo que la vulnerabilidad genera, que es, sobre todo, emociones. También en la literatura es necesario trasmitir, llegar al otro/a y que este se de permiso para emocionarse. Ese reto también lo he sentido en Maranyosa 12, intentar que el lector/a se refleje en las personas como tales, no desde sus necesidades o carencias, sino como un ser humano que conecta con otro ser humano. Un desafío para mí, sin duda, emocionar y permitirme emocionarme: reir y llorar, así, a lo loco, sin conocimiento y sin vergüenza 😉

Bien, sigamos. La segunda clave es que tu éxito, dice Tolmos, depende de tu meta, no de la de los otros. En  el mismo capítulo me  gusta la afirmación de que además de un buen artista es necesario ser una buena persona, y siento que estoy de acuerdo. Me emociona su “abuelita polaca” que después de un concierto en Varsovia se postró ante él y aun con los ojos húmedos de emoción, apretó sus manos. Dice Tolmos que él necesitaba a su abuela para crecer como persona, y a la abuelita polaca, para crecer como artista. Y yo pienso que, en trabajo social, como en la vida, también debemos ser capaces de emocionarnos con el otro y tomar consciencia de que, en realidad, es el otro/a quien nos hace crecer, ser mejores personas y profesionales. 

No haré spoilers, pero también Tolmos (que me jura que no es trabajador social, pero #Mimisma no se lo cree) nos da una fórmula mágica que bien podría ser clave para la intervención social: R=P-I o para ser nosotras, las trabajadoras sociales, mejores personas y profesionales.

Dice que la R es el resultado, fruto de la planificación de objetivos, pero la P es el potencial, siendo esta una variable condicionada por el descubrimiento de las habilidades innatas, sumándole el imprescindible desarrollo del trabajo. Dice que una capacidad sin objetivo es un regalo sin desenvolver, y es cierto. Que debemos quitar la venda a nuestro talento y al de las personas a las que acompañamos. Yo se lo compro con los ojos cerrados ¿y tú? 

Y la I… son las interferencias, que son las que restan valor al potencial, y que son en realidad, las ladronas de escenario, los obstáculos de la vida con los que tropezamos.  Y las interferencias hay que reconocerlas, analizarlas, minimizarlas y gestionarlas. Así, siguiendo la fórmula de Tolmos, en trabajo social luchamos contra las interferencias, sean externas o internas de las personas con las que trabajamos. A veces son como Goliat, externas, nos aplastan. A veces, internas, sentimientos de fracaso o de ser muy poca cosa, que no nos dejan crecer.  Deberíamos, desde nuestro trabajo, conocer bien esas interferencias en profundidad y decidir sobre las que podemos hacer alguna cosa. Y hacerla, claro. Y ver también nuestro potencial como profesionales, analizar nuestras metas e interferencias, nuestro YO,  que nos corroe por dentro o nos anima a ir a por más. Un reto para todas, sin duda. 

Siguiendo esta idea en nuestra práctica, si el resultado esperado es la mejora del bienestar de una persona que sufre, partiremos de su potencial, que tantas veces pasa inadvertido, y haremos evidentes y conscientes sus interferencias para combatirlas. Así, de entrada, me gusta la formula. Y seguiremos el mismo proceso con nosotras mismas. Yo creo que, si seguimos esta estrategia, peor de lo que nos va ahora, no pude salir… 

Muchas más reflexiones me aporta el libro, como la necesidad de tener una buena salud emocional, para actuar, para ejercer trabajo social, y para vivir, necesidad que me acerca a “lo del minchunflim” que puedes rescatar de Maranyosa 12, al que irónicamente me he ido acercando en los últimos años y que tanta paz, al final, me ha aportado, como a mi admirado Tolmos, a partir del coaching  y su trabajo interno. 

Iré cerrando este post con el Flow: 

El Flow en trabajo social es como en la música, fluir, el transcurrir del ritmo, la cadencia, el caminar sin prisa, sin pausa, simplemente “fluir”. Me mola la idea de fluir con el otro/a ¿no? 

Y acabaré esta entrada poniendo a nuestros lectores/as UNA LAVADORA  ante sus ojos: 

Tolmos, al llegar a su casa de noche, tras un concierto maravilloso, en el que sin duda había triunfado, encontró en la mesa del comedor una nota de su pareja: “tiende la lavadora”. Ejem… 

Paco, el primer personaje de Maranyosa 12, encontró en su lavadora un motivo para seguir adelante.  

Y #Mimisma me pregunta: ¿será la lavadora un principio de realidad? #ponunalavadoraentuvida

Creo que deberíamos celebrar una boda entre “Tu mejor escenario” y “Maranyosa 12”, seguramente es presuntuoso por mi parte, pero… como un día dijo el poeta Halley: 

“Si las palabras se atraen 

Que se unan entre ellas. 

Y a brillar 

Que son dos sílabas” 

Pásate por la música de Tolmos, coge su libro, o el mío, o los dos, relájate, y con un café, disfruta de lo que te aporta a #timisma, que son en realidad, pedacitos de realidad y emoción a partes iguales. Y vuela, ¡que es domingo!  

Aquí te dejo la maravillosa pieza la belleza de soñar 

puedes dar soporte a Tu mejor escenario aquí y a Maranyosa 12, aquí