INTERCULTURALIDAD Y VALORES UNA COSA DE TODOS

Hace unas semanas tuve el placer de asistir como ponente a las primeras jornadas “Integraschool: buenas prácticas en sensibilización intercultural y educación”, organizadas por la “Fundació pagesos solidaris” y realizadas en la Facultad de educación, psicología y trabajo social de la Universidad de Lleida.

Como les dije a los asistentes y a los organizadores, acepté la invitación porque estamos en un momento en el que todo el mundo está preocupado por la fractura social que está comportando el proceso político que se vive en Catalunya, pero hace todavía mucho más tiempo que estoy preocupado por otro proceso no menor, como es el de la creciente desigualdad social y el aumento progresivo de la pobreza en nuestra sociedad. Cuando hablamos en estos términos tenemos que hablar entre otras cosas, de cómo  la desigualdad y la pobreza afectan a ciertos colectivos más que a otros, y entre ellos, a algunos compuestos por personas inmigrantes. Esto nos lleva en última instancia a hablar también de diversidad cultural, de integración y de paso, de la famosa interculturalidad.

Aprovechando las reflexiones que preparé para la jornada quiero compartir con todos/as vosotros/as los aspectos más relevantes que allí planteé, siendo consciente que una vez más voy a hablar de un tema que lamentablemente sigue sin estar de moda, pero con la intención de poner el tema otra vez en el centro del debate, aunque sea por un instante.

Esta reflexión la realizaré desde una triple perspectiva. Por un lado, como trabajador social que dedicó los últimos años de su trayectoria profesional a trabajar con personas inmigrantes desde una perspectiva, individual, grupal y comunitaria. Por otro lado, como profesor y formador de trabajadores/as sociales en el Grado de Trabajo social y por lo tanto con una responsabilidad directa y clave en este proceso de construcción de la identidad profesional, y por último como investigador en temas socioeducativos, relacionados todos en última instancia, con el fenómeno migratorio.

De entrada, ya les avisé que no iba a ser nada autocomplaciente sobre este tema. Mi propuesta parte de la idea de realizar un diagnóstico personal de la situación en la que estamos a partir de las amenazas que he ido detectando en todos estos años de dedicación profesional y de estudio del tema para después acabar hablando de las oportunidades que existen y que también hay que reconocer que están ahí.

La primera cuestión tiene que ver justamente con la palabra interculturalidad. ¿Qué quiere decir realmente?  ¿Todos hablamos de lo mismo cuando nos referimos a esta idea? Hoy en día creo que se puede afirmar que estamos ante un retorno de visiones asimilacionistas clásicas  muy claras y evidentes, “lo que tienen que hacer los inmigrantes es adaptarse a nuestra cultura”. En algunas ocasiones apreciamos visiones multiculturales y de aceptación de la diversidad pero sin interacción, es decir, cada uno es su casa que haga lo que quiera.

El año  2002   Jordi Garreta publicó un estudio bajo el título “El espejismo intercultural” en el que ya realizaba una interesante reflexión planteando una situación preocupante de la realidad de la diversidad cultural en la escuela en Catalunya a pesar de centrarse  en un contexto favorable y de crecimiento en todos los aspectos. Las dificultades provenían de múltiples direcciones como la falta de recursos, de tiempo, de formación y de proyecto de centro.

¿Qué ha sucedido en estos últimos 15 años? Pues que el año 2005 el número de personas inmigrantes en Catalunya aumentó con la última regularización que se llevó a cabo en España y que supuso la incorporación de muchas personas inmigrantes al mercado laboral y por consiguiente el inicio de muchos procesos de reagrupación familiar, la compra de viviendas, entre otras cosas, y que de repente todo se vio truncado con la gran crisis económica iniciada el año 2008. Esta crisis trajo consigo unos recortes en lo social nunca vistos con anterioridad y por lo tanto muchos proyectos que se estaban llevando a cabo quedaron parados, reducidos o incluso desaparecidos. Curiosamente y especialmente algunos que eran específicos para estos colectivos fueron los primeros en desaparecer (en el caso de Lleida el proyecto S.O.M. “Servei d’orientació per a migrants” de l’Associació CIVIC donde yo trabajaba o la reconocida entidad Lleida Solidària)

Esta crisis también ha servido para encontrar a nuestros propios cabezas turco, como diría Beck, y por lo tanto a un aumento del racismo social (primero los de casa), de la islamofobia y también de la idea del inintegrable cultural (hay culturas que por ser tan diferentes a la nuestra, nunca podrán integrarse). Por estos motivos han ido apareciendo proyectos y campañas como son los anti rumores, que tienen como objetivo luchar contra estos fenómenos, pero que poco tienen que ver con el objetivo de la interculturalidad o nos indican lo lejos que estamos de ella.

¿Qué significa interculturalidad? Para mi quiere decir en primer lugar, creer que las otras culturas son iguales que la tuya. Que están al mismo nivel. Aceptar la diferencia de cultura, de tradiciones, de religión, de color de piel e incluso de escala de valores. Por ejemplo, el hecho de querer ser madre y dedicarse al cuidado de sus hijos en lugar de ir a trabajar (para realizarse como mujer), aunque esto comporte vivir en peores condiciones o con menos recursos. ¿Os suena?

Desde mi punto de vista no es suficiente para trabajar la interculturalidad, trabajar los valores del respeto, tolerancia, justicia, igualdad, etc, justamente porque el miedo a lo diferente y la indiferencia hacia la desigualdad son aspectos que dificultan su aplicación.  No podemos olvidar que muchos de nosotros y nosotras hemos sido educados/as en una cultura de valores a partir de la religión católica, y es esta sociedad, la que precisamente está ahora descubriéndose como una sociedad racista y xenófoba hacia algunos colectivos.  Somos capaces de ser tolerantes, justos y respetuosos con nuestros iguales pero nos cuesta serlo precisamente con los que son o parecen diferentes. ¿Por qué? Algo ha quedado fuera de control con este tipo de educación en valores. Como digo creo que no es suficiente.

Dicho esto, ¿que se está haciendo para evitar esta situación? Desde la sociedad en general y desde la administración, creo que bien poca cosa. No existen muchos proyectos comunitarios que aborden esta cuestión de forma específica, pero no  sólo esto sino que en barrios como el de Portal de Magdalena  Noguerola en Lleida que tiene un plan de barrio en marcha,  no tiene un plan de acción social asociado al mismo. O por ejemplo, ¿qué ha pasado con los planes de entorno del Departament d’ensenyament en Catalunya? ¿Son barrios que no necesitan un trabajo profundo en lo que se refiere a la convivencia, cohesión e interculturalidad? No deja de llamar la atención que los Planes de desarrollo comunitario e interculturalidad que se han llevado a cabo en España en los últimos años, los financió la obra social de la Caixa.

Des de la Universidad, ¿qué hacemos?, pues también bien poca cosa. Estuve revisando los  planes de estudios de Trabajo social, Educación social, Educación infantil y  Educación primaria de mi Facultad. Sólo encontré una asignatura optativa que hablara de inmigración o diversidad cultural en los tres primeros y ninguna en el de primaria. Entonces dirán, es que se trabaja de forma transversal en las diferentes asignaturas. Pues lo siento, pero yo creo que no es así. En la Universidad se trabaja  por competencias, no por valores. Por lo tanto, Dependerá de cada profesor y de que tenga más o menos sensibilidad e interés para trabajar valores específicos sobre interculturalidad. Yo siempre pongo el mismo ejemplo relacionado con una asignatura que imparto (inmigración, optativa en el Grado de Trabajo social). Les propongo a los alumnos que vayan a una carnicería Halal para romper prejuicios y estereotipos de forma directa y sin rodeos. Les digo que por mucha teoría que les explique si no experimentan e interactúan con la realidad no vamos a ningún sitio. Les pido que compren carne, que cocinen y coman con su familia y que luego me expliquen todo el proceso individual y familiar de la experiencia. El resultado siempre ha sido decepcionante.  Algunos dicen, “es que no quiero”, “es que no me fio” o incluso que “no es necesario conocer o experimentar algunos aspectos relativos al fenómeno migratorio para trabajar en según qué ámbitos”. Alguna cosa estamos haciendo mal como sociedad y también como Universidad.

Desde la escuela se hace lo que se puede. Según los estudios que hemos realizado en los últimos años, existen muchas iniciativas promovidas por el propio Departament d’ensenyament. Al menos desde el punto de vista teórico y muy condicionadas por los recortes. En la escuela se habla de educación intercultural al alumnado pero la realidad nos dice que la escuela y el profesorado están muy saturados y que es difícil que puedan asumir esta tarea sin el apoyo, formación y  tiempo, entre otras cosas.

Es cierto que existen servicios específicos o especializados como los Alic (Asesores lingüísticos de interculturalidad y cohesión), integradores sociales o mediadores culturales. Pero sobre este particular quiero manifestar a partir de los resultados de los diferentes estudios en los que he participado, que es una lástima el escaso uso y/o conocimiento que se hace y se tiene de los profesionales de lo social en el ámbito escolar. Se les atribuye básicamente una función de apagafuegos cuando el incendio acostumbra a estar fuera de control.  Cuando decimos que la interculturalidad es cosa de todos, podemos ver como los profesionales de lo social están totalmente desaprovechados para dar apoyo en este sentido y llevar a cabo muchas de las funciones a nivel comunitario que les son propias y que teóricamente podrían y deberían desarrollar.

También podemos decir que en la escuela encontramos diferentes elementos que deben tenerse en cuenta, como por ejemplo lo que yo llamo  el tema del trabajo de la diversidad desde la diversidad total, dónde lo que no hay es precisamente alumnado autóctono y por lo tanto nos remite al tema de la segregación escolar y la formación de escuelas gueto. Esto a mi entender, produce algunos beneficios internos pero no está claro que los produzca externamente. En el otro extremo nos encontramos con escuelas con muy poca diversidad pero que son grandes creadoras de un discurso teórico sobre la diversidad cultural y religiosa pero sin apenas efectos prácticos que superen el propio espacio de las aulas y las paredes de la escuela.

Al final será el proyecto de escuela el que determinará este trabajo sobre interculturalidad, pero sobretodo la implicación del profesorado en el proyecto. Si la escuela no apuesta de forma clara y sin matices por esta línea, será según como vea el tema de la diversidad cada profesor. Si tiene una visión positiva de la diversidad hará cosas a favor pero si tiene una visión negativa de la misma no hará nada o incluso puede trabajar en contra de la misma.

Desde lo comunitario, como he dicho antes existen muy pocos proyectos comunitarios conjuntos entre mundo educativo y entorno. No hay demasiada colaboración entre entidades y escuela. Se trabaja todavía de una forma muy fragmentada aun sabiendo todos que es un grave error. Abrir las escuelas al barrio y a la entrada de profesionales de lo social está todavía muy lejos de la realidad y cuando se hace, se hace de una forma puntual y por lo tanto puede quedar como una anécdota pero no como una apuesta de cultura de escuela.

¿Cuáles son las buenas noticias?

Que tenemos todos los ingredientes necesarios para trabajar este tema.

  • Tenemos administraciones competentes que pueden impulsar de forma activa y directa esta línea de trabajo. Eso sí, tienen que poner a disposición los recursos adecuados para hacerlo.
  • Tenemos unos servicios sociales que están totalmente ubicados en el territorio y conocen la realidad de primera mano. Tenemos que empezar a cambiar la forma de trabajar y de mirar la realidad social. Tenemos que comenzar a ver las oportunidades y no sólo las amenazas. Trabajar con personas y no sólo con problemas. Ver las potencialidades de la comunidad y del entorno. Hacer este salto en red a la comunidad como plantea Silvia Navarro y abrir la mirada social.
  • Existen entidades y muchísimos profesionales de lo social que tienen ganas de participar en el fomento de esta interculturalidad y hay que tenerlos en cuenta y promocionarlos. Es necesario que las entidades incorporen el tema de la interculturalidad en su ADN.
  • Tenemos las escuelas que siguen siendo el laboratorio perfecto para trabajar la interculturalidad y que por lo tanto aún estamos a tiempo de darle un nuevo impulso. Hay profesorado motivado y profesionales de lo social que pueden dar su apoyo y aportar sus conocimientos. No se puede posponer más tiempo este tema. Hay que trabajar de forma consciente y  valiente si queremos crear una sociedad más justa, más cohesionada y capaz de mejorar la convivencia.
  • Existen experiencias de trabajo de la diversidad cultural en la escuela muy  interesantes en muchos lugares de Catalunya y de España que se pueden transferir a otras escuelas (Integraschool, Growing together, en el caso de Lleida por ejemplo)
  • Tenemos una población inmigrante muy interesante que tiene ganas de darse a conocer y que están esperando a que alguien les escuche y les preguntemos que piensan de todo esto, que están haciendo y que quieren hacer.

 

 

¿Que se puede hacer?

Hay que poner en marcha proyectos comunitarios que engloben lo educativo y lo social para hacer un trabajo que incorpore de forma específica la interculturalidad porque si no se hace explícito no se hará.

Hay que fomentar experiencias de interculturalidad de forma activa sobre todo en personas adultas y familias dentro y fuera de la escuela, pero sobre todo en la comunidad. Creo que las entidades sociales tendrían que asumir un papel más protagonista en este sentido. No atender sólo problemáticas y necesidades de forma reactiva como plantea Nacho Santás sino que hay que trabajar preventivamente tanto a  nivel individual, como familiar y comunitario.

Desde la Universidad tenemos que luchar para introducir esta idea en los planes de estudio de una forma más consciente y también se tienen que fomentar los proyectos comunitarios que trabajen este tema en los barrios, en colaboración con la administración y las entidades como es el ejemplo de La Universidad Pablo Olavide de Sevilla y la Residencia Universitaria Flora Tristán en el  barrio del Polígono sur de Sevilla. Tenemos profesorado motivado y alumnado que quiere seguir este camino. En Lleida ya hemos tenido algunas experiencias de colaboración entre universidad y la Fundación Pagesos solidaris en el desarrollo de algunos proyectos como es este mismo Integraschool con un resultado muy satisfactorio para todas las partes.

Hasta la próxima!

Ramon Julià Traveria