Héctor Rosco es un joven de Barcelona afincado en Lleida, graduado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte en INEF-Lleida y socorrista en Proactiva Badalona. Participa de forma activa y voluntaria en los rescates a refugiados que realiza esta organización en el Mediterráneo. Fruto de su experiencia vital, ha elaborado el siguiente texto que nos ha enviado para su publicación en nuestra web. Agradecemos a Héctor su confianza  en Ágora y le felicitamos por su trabajo en una cuestión de gran calado humano y social.

Memorias del Mediterráneo.

Querida Lesbos,

Hoy nos vamos, sin embargo no lo hacen nuestra alma ni nuestra cabeza. La historia se ha tatuado en nuestro yo. En esta historia se ha grabado el aprendizaje de que lo único que nos mantiene vivos es la esperanza y de que ésta es a su vez un billete que nos permite volar más allá de nuestro estado de confort. Para los refugiados que has acogido durante unos días, el camino acaba de empezar, pero su llama es incombustible y sus ojos descifran el significado de humanidad. No merecen ninguna guerra, no merecen ser discriminados, no merecen el hambre, el frío ni el miedo. Ellos, al igual que nosotros merecen valores, merecen sueños, merecen a su familia, pero sobretodo merecen vivir, y hacerlo dignamente.

Una de las historias más simples que me has hecho vivir y que me bofeteó sin previo aviso fue la de Ella. Una chica (que ya no niña) de 8 años, empapada en una fría y lluviosa noche de Enero. Su cuerpo entero tiritaba de frío, lo hacía para mantener su calor y evitar que la hipotermia se agravase. Sin embargo, una parte de su cuerpo no lo hacía, sus ojos se mantenían impasibles, sin tiritar, clavados sobre los míos durante los cinco minutos en los que la estuve abrigando. No me conocía de nada, tampoco quería hacerlo y todavía hoy dudo si ella quería mi ayuda o si ni quiera creía en su camino. Como ella había diez niños más en las mismas condiciones. La abrigué sin conseguir deshacerme de su mirada. Ella no se quejaba, no sonreía, estaba vacía. Decidimos coger un coche y poner al mayor número posible de niños con sus madres porque en el coche había calefacción, llevándolos hasta el primer campamento dónde les darían abrigo agua y un lugar dónde pasar la noche. Cuando Ella bajaba del coche busqué de nuevo su mirada, seguía mirándome y antes de verla por última vez me dedicó una sonrisa. Con 8 años esa chica fue capaz de estar por encima de todos, supo comprender la realidad, adaptarse y seguir adelante sonriendo.

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Por suerte su historia sigue adelante. Solo en tus tierras, cada día la historia de Ella, se multiplica por mil, y me aterroriza saber que acaban de empezar su camino. A pesar de todo, saber que tienen un camino más allá de la muerte alimenta mis latidos. Ojalá que algún día pueda encontrarme con Ella y que su historia, a pesar de las escenas más oscuras, tenga un final feliz. Ojalá que otras tierras los acojan como tú lo hiciste, y ojalá querida Lesbos dejes de vivir este escenario, porqué lo que tú has visto no merece verlo ni vivirlo nadie por malo que sea. Eternamente agradecido Lesbos.

Héctor Rosco Ferriz.