Por Tòfol Marqués. Trabajador Social de la Comisión Catalana de Ayuda al Refugiado

Aquella estudiante de arquitectura, nacida en Siria, que lucha para entender un conflicto enquistado igual que luchó pacíficamente durante las primeras manifestaciones para derribar al régimen dictatorial de su país, el chico gambiano que se pasa las tardes en el parque de la Ciutadella esperando que alguien le explique porqué el Estado Español le deniega la protección internacional tras haber huido por razones políticas, la extensa familia hondureña que vio como las “maras” les robaban sus tierras y mataban padres e hijos, o el joven ingeniero al que el ejército ucraniano lo quiso reclutar en defensa de su patria. Estas personas son refugiadas, aunque el Estado no las reconozca a todas, pero son sobre todo, ciudadanos y vecinos nuestros. La identidad del refugiado es contextual, jurídica, pero no hay que olvidar que, ante todo, son personas.

Manar,  Ousmane, la familia Fernández y  Miroslav son los “afortunados”. A pesar de la precariedad de los trabajos que realizan o realizarán, las dificultades para llegar a fin de mes y la imposibilidad de retornar para a ver a sus hijos, familiares o amigos, han conseguido llegar a Europa, residen en nuestro país y sueñan en poder volver a casa su algún día.

Algunas personas han logrado salir de su país de origen e intentan llegar a unas tierras seguras. Otros, que por definición son desplazados internos y no refugiados al no haber cruzado ninguna frontera internacional, van sorteando las bombas, las extorsiones y genocidios dentro de su propio país.

La mayoría de los rostros del refugio los encontramos lejos de Europa, contra las falacias que nos intentan argumentar los políticos y medios de comunicación. Estamos acostumbrados a leer cifras, las que nos alejan emocionalmente de una realidad vivida a pocos kilómetros de nuestras fronteras. Se sencillo escuchar datos, escandalizarnos, incluso “retuitear ello” y seguir como si nada hubiera pasado. Siguiendo el esquema sobre la defensa de una idea individualista de Europa, nosotros no queremos ver caras y nuestros gobiernos levantan muros. Inconscientes.

A grandes rasgos podríamos hablar de tres grandes motivos por los que Europa, España y Cataluña no debería poner ningún tipo de inconveniente en la llegada de refugiados. El primer argumento, más que suficiente y sin necesidad de cimentación, es la moral y el sentimiento de humanidad. Hasta hace pocas décadas, éramos nosotros los que íbamos en busca de un país acogedor. Los más escépticos y los que no les convenza este argumento deben saber que, económicamente, toda persona recién llegada aporta beneficios a la región y en el caso de España, diferentes estudios exponen que necesitaremos gente dispuesta a trabajar debido a la pirámide poblacional inversa que tenemos. Los que viven alejados de la realidad global y no aceptan ni la razón moral y tampoco la económica, deben saber que España y todos los países Europeos, son firmantes de la Convención de Ginebra de 1951 y han ratificado todos los acuerdos en materia de protección internacional. Jurídicamente, legalmente, estas personas deben ser aceptadas y acogidas en nuestro país. Recordemos que el derecho de asilo está reconocido en la carta de Derechos Humanos (conscientes de la poca importancia a nivel práctico que conlleva este hecho).

¿Soluciones? Evitar guerras creadas por diferentes agentes internacionales que tienen como campo de batalla países como Siria, Afganistán, Irak. Eliminar el comercio armamentista del que España está en el top 10 de países exportadores a nivel mundial. Luchar contra las desigualdades entre el norte-sur, romper con la explotación y enriquecimiento de terceros países para mantener nuestro sistema capitalista y de bienestar. Utopías, seguramente.

Hay que trabajar para crear vías seguras que eviten unas traviesas inhumanas a toda persona que ha tenido que huir de su país. Cumplir con las reubicaciones y los reasentamientos de los que hace meses Europa se comprometió, pero con la certeza de que las cuotas no son una solución; a la cola de cada cifra aportada, habrá una persona o familia que no entrará dentro del “cupo”. El derecho de asilo no se puede contabilizar. Hay que sensibilizar, hacer un gran trabajo en los barrios, pueblos, para que toda la población o barrio pueda saber qué pasa, porque pasa y quienes serán los nuevos vecinos que tendrán. Ahora bien, hay que tener muy en cuenta a no mitificar, amplificar la realidad, porque la reacción puede que no se la esperada.

Generalmente, la política española se ha mantenido al margen de manifestarse explícitamente en cuestiones migratorias, sobre personas refugiadas. Volvemos a entrar en unas semanas de mítines, mucha prosa política, y es importante que aquellos ciudadanos y políticos que creen en una sociedad diversa, plural y acogedora apuesten   por dar un paso adelante.

Por último, es importante exponer una realidad que en los últimos meses ha sido tapada y violentada; da la sensación de que para que los solicitantes de asilo puedan llegar a nuestros barrios, hay que expulsar o marginar todas aquellas personas que carecen de un simple número de identificación; una mal llamada “migración económica” muy maltratada por la ley de extranjería, la política y los medios de comunicación. Queda mucho trabajo por hacer, Centros de Internamiento de Extranjeros para cerrar (o no permitir que vuelvan a abrir como en el caso de Barcelona), actuaciones policiales racistas para denunciar … Podremos decir que somos una sociedad acogedora cuando no tengamos que distinguir por una situación jurídica, ni el color de la piel, ni el poder económico para hablar de las personas de nuestra ciudad.

Mientras tanto, Mandar, Ousmane, la familia Fernández, Miroslav, y el amigo senegalés Baba, mañana volverán a despertarse en nuestros barrios, los tendremos entre nosotros sin la necesidad de saber qué dice su tarjeta de identidad, de qué guerra o realidad han tenido que huir. Serán personas, ciudadanos, no números. Y más adelante, las guerras se acabarán, las armas no existirán y mi casa será vuestra casa (si es que hay casas de alguien).

 

REFUGIATS A CASA NOSTRA: LA MANAR, L’OUSMANE, LA FAMÍLIA FERNÁNDEZ , EL MIROSLAV, I L’AMIC SENEGALÈS BABA… PERSONES MÉS QUE NOMBRES

Per Tòfol Marqués. Treballador Social de la Comissió Catalana d’Ajuda al Refugiat

Aquella estudiant d’arquitectura, nascuda a Síria,  que lluita per entendre un conflicte enquistat igual que va lluitar pacíficament durant les primeres manifestacions per derrocar al règim dictatorial del seu país, el noi gambià que es passa les tardes al Parc de la Ciutadella esperant que algú li expliqui perquè l’Estat Espanyol va denegar-li la protecció internacional després d’haver fugit per raons polítiques,  l’extensa família hondurenya que va veure com les “maras” els robaven les seves terres i mataven pares i fills,  o el jove enginyer al qual l’exercit ucraïnès el volgué reclutar en defensa de la seva pàtria. Aquestes persones són refugiades, encara que l’Estat no les reconegui a totes, però són sobretot, ciutadanes i veïnes nostres. La identitat del refugiat és contextual, jurídica, però no s’ha d’oblidar que, abans de tot, són persones.

La Manar, l’Ousmane, la família Fernández i el Miroslav són els “afortunats”. Tot i la precarietat dels treballs que realitzen o realitzaran, les dificultats per arribar a final de mes i la impossibilitat de retornar a veure els seus fills, familiars o amics, han aconseguit arribar a Europa, resideixen a Catalunya i somien en poder tornar a casa seva algun dia.

Algunes persones han aconseguit sortir del seu país d’origen i intenten arribar a unes terres segures. D’altres, que per definició són desplaçats interns i no pas refugiats al no haver creuat cap frontera internacional, van sortejant les bombes, les extorsions i genocidis dins el seu propi país.

La majoria dels rostres del refugi els trobem lluny d’Europa, contràriament a les fal·làcies que ens intenten argumentar els polítics i mitjans de comunicació. Estem acostumats a llegir xifres, les quals ens allunyen emocionalment d’una realitat viscuda a pocs quilometres de les nostres fronteres. Es senzill escoltar dades, escandalitzar-nos, inclús “retuitejar-ho” i seguir com si res no hagués passat. Seguint l’esquema sobre la defensa d’una idea individualista d’Europa, nosaltres no volem veure cares i els nostres governs alcen murs. Inconscients.

A grans trets podríem parlar de tres grans motius pels quals Europa, Espanya i Catalunya no hauria de posar cap tipus d’inconvenient en l’arribada de persones refugiades. El primer argument, més que suficient i sense necessitat de fonamentació, és la moral i el sentiment d’humanitat. Fins fa poques dècades, érem nosaltres els que marxàvem a la recerca d’un país acollidor. Els més escèptics i als quals no els convenci aquest argument han de saber que, econòmicament, tota persona nouvinguda aporta beneficis a la regió i en el cas d’Espanya, diferents estudis exposen que necessitarem gent disposada a treballar degut a la piràmide poblacional inversa que tenim. Els que viuen allunyats de la realitat global i no accepten ni la raó moral i tampoc l’econòmica, han de saber que Espanya i tots els països Europeus, són firmants de la Convenció de Ginebra de l’any 1951 i han ratificat tots els acords en matèria de protecció internacional. Jurídicament, legalment, aquestes persones han de ser acceptades i acollides al nostre país. Recordem que el dret d’asil esta reconegut a la carta de Drets Humans (conscients de la poca importància a nivell pràctic que comporta aquest fet).

Solucions? Evitar guerres creades per diferents agents internacionals que tenen com a camp de batalla països com Síria, Afganistan, Iraq. Eliminar el comerç armamentista del qual Espanya està en el top 10 de països exportadors a escala mundial. Lluitar contra les desigualtats entre el nord-sud, trencar amb l’explotació i enriquiment de tercers països per mantenir el nostra sistema capitalista i de benestar. Utopies, segurament.

Cal treballar per crear vies segures que evitin unes travesses inhumanes a tota persona que ha hagut de fugir del seu país. Complir amb les reubicacions i els reassentaments dels quals fa mesos Europa es va comprometre, però amb la certesa que les quotes no són una solució; a la cua de cada xifra aportada, hi haurà una persona o família que no entrarà dins el “cupo”. El dret d’asil no es pot comptabilitzar. Cal sensibilitzar, fer un gran treball als barris, pobles, perquè tota la població  o barriada pugui saber què passa, perquè passa i qui seran els nous veïns que tindran. Ara bé, cal anar molt en compte a no mitificar, amplificar la realitat, perquè la reacció potser no es la esperada.

Generalment, la política espanyola s’ha mantingut al marge de manifestar-se explícitament en qüestions migratòries, sobre persones refugiades. Tornem a entrar en unes setmanes de mítings, molta prosa política, i és important que aquelles ciutadans i polítics que creuen en una societat diversa, plural  i acollidora apostin i donin un pas endavant.

Per acabar, és important exposar una realitat que en els darrers mesos ha estat tapada i violentada; dóna la sensació que perquè els sol·licitants d’asil puguin arribar als nostres barris, cal expulsar o marginar totes aquelles persones que els manca un simple nombre d’identificació; una mal anomenada “migració econòmica” molt maltractada per la llei d’estrangeria, la política i els mitjans de comunicació. Hi queda molt de treball per fer, Centres d’Internament d’Estrangers per tancar ( o no permetre que tornin a obrir com en el cas de Barcelona), actuacions policials racistes per denunciar… Podrem dir que som una societat acollidora quan no haguem de distingir per una situació jurídica, ni el color de la pell, ni el poder econòmic per parlar de les persones de la nostra ciutat.

Mentrestant, la Manar, l’Ousmane, la família Fernández , el Miroslav, i l’amic senegalès Baba, demà tornaran a despertar-se als nostres barris, els tindrem entre nosaltres sense la necessitat de saber què diu la seva targeta de identitat, de quina guerra o realitat han hagut de fugir. Seran persones, ciutadans, no pas nombres. I més endavant, les guerres s’acabaran, les armes no existiran i casa meva serà casa vostre (si es que hi ha  cases d’algú).