Soy consciente de que no nos encontramos precisamente en el momento más idóneo para hablar de trabajo social e inmigración, y aún menos  si tenemos en cuenta que la inmigración ya no ocupa un lugar preferente en las preocupaciones de nuestra sociedad. Por este motivo quiero reabrir este tema y situarlo en el centro del debate, para compartir  una de  mis grandes preocupaciones e inquietudes, especialmente cuando se trata de valorar y analizar cómo se interviene en la actualidad desde el trabajo social cuando se tiene enfrente a una familia inmigrante.

Quiero recoger aquí brevemente alguna de las ideas principales que creo que son necesarias plantearse sobre esta cuestión. En primer lugar quiero lanzar esta pregunta para la reflexión:

¿Los trabajadores y trabajadoras sociales utilizan todas las herramientas a su alcance para abordar los casos con personas y familias inmigrantes?

La respuesta no es fácil e incluso podríamos atrevernos a responder con un no. Esto es así precisamente porque desde el mundo del trabajo social hay grandes vacíos sobre este ámbito concreto.  Con esto quiero decir que del mismo modo que trabajar en temas de salud mental requiere una formación complementaria a nivel metodológico pero también en cuanto a conocimientos especializados y específicos, trabajar con personas inmigrantes parece ser que no requiere la misma atención ni formación para los profesionales de lo social. 

Creo que todavía no existe la conciencia que las personas inmigrantes plantean una serie de particularidades que no podemos negar ni evitar afrontar bajo la frase tan conocida como “nosotros no hacemos distinción alguna con nadie y no discriminamos por ser inmigrantes”, pero que al mismo tiempo esconde la falta de conocimientos y de interés por las particularidades de éstas personas y que por no conocerlas ni tenerlas en cuenta se está discriminando sin ser consciente de ello.

Para ilustrar esta reflexión me centraré en dos aspectos que creo que son lo suficientemente reveladores y significativos sobre esta cuestión. El primero de ellos se refiere a la cuestión de la documentación y la importancia que esta supone para las personas inmigradas. Todos los profesionales están de acuerdo en la existencia de esta espada de Damocles, de esta obsesión documental que viven muchos de ellos y que queda reflejada en diferentes momentos de su biografia. Los procesos de regularización se convierten a menudo en procesos imposibles, que generan frustración, muchos años de sufrimiento por el propio valor simbólico de los “papeles”. A esta situación hay que añadir que a veces llega el momento en el que se cumple el sueño de los ansiados papeles pero el contexto dificulta e incluso expulsa a las personas de las posibilidades de renovación de los mismos.

Se plantea entonces, un debate muy interesante alrededor de la cuestión de si los profesionales del trabajo social pueden permanecer ajenos a esta realidad que viven las personas inmigrantes en cuanto a su situación jurídica y legal y sus consecuencias sobre su vida cotidiana, si es que queremos realizar un abordaje adecuado e integral de la situación. La respuesta es obvia, si queremos realizar una intervención integral adecuada debemos conocer con detalle todos los procedimientos administrativos que giran en torno a la realidad de la inmigración, pero una vez más la realidad nos demuestra que no siempre el trabajador o trabajadora social los conoce.

El segundo aspecto se refiere al racismo. Cuando hablamos de racismo, nos encontramos con varias de sus caras y algunas de ellas en el seno mismo de las instituciones. Este racismo institucional o profesional conlleva prácticas profesionales inadecuadas y muchas veces inaceptables sobre las que debemos recapacitar y reaccionar. El racismo social y en especial la islamofobia también son elementos que dificultan la inserción socio laboral de muchas personas inmigrantes y que desde una perspectiva profesional no podemos obviar ni tampoco fomentar. Por este motivo es necesaria la formación específica en temas relacionados con la inmigración, la diversidad cultural y la interculturalidad por parte de los profesionales que en el día a día deben atender a estas personas en contextos complejos y bajo presiones de todo tipo.

Estos son dos aspectos de un largo listado que ahora no puedo abordar en su conjunto, no obstante para finalizar os dejo unas preguntas para una reflexión pausada y en profundidad:

  • ¿Estamos los profesionales preparados para intervenir de forma adecuada?
  • ¿Somos conscientes de nuestras limitaciones culturales y tenemos la voluntad de explorar en las diferentes culturas. Tenemos actitud de conocer? ¿Conocer es sinónimo de saber?
  • ¿Podemos realizar diagnósticos solo desde patrones de la Sociedad de acogida, aceptamos la realidad del otro, aceptamos la diversidad? ¿Estamos dispuestos a tener en cuenta sus valores, sus creencias para interpretar de otra forma la realidad social?
  • ¿Queremos y creemos realmente en el Trabajo en favor de la convivencia y en tejer la diversidad?
  • ¿Estamos dispuestos a trabajar con toda la población a partir de proyectos comunitarios que incluyan a persones inmigrantes y autóctonas bajo un mismo objetivo?