Nuestra compañera de àgora Alba Pirla nos adentra al maravilloso Mundo del trabajo social y su vinculacion o relacion con la política. Una faena compleja Fruto de la reflexión que surgio del último PARLEM DE!!!!!

RELATO DEL 4º PARLEM DE….TREBALL SOCIAL I POLÍTICA

El pasado 12 de abril nos constituimos en grupo de reflexión crítica, rodeados de colegas con ganas de debate y cervezas con espuma de buen rollo. El tema era evidente que daría para mucho.

A las 19h. Xavier Miranda hizo una breve introducción del tema, calentando motores puso sobre la mesa la carga ideológica que tiene en sí mismo el trabajo social, hecho que nos singulariza como profesión. Se refleja en nuestros códigos deontológicos desde la perspectiva de la justicia social, la lucha por políticas sociales justas, la denuncia de hechos que generan marginación y el trabajo en beneficio de las personas.

La FITS (Federación internacional de trabajo social) refiere el deber de luchar por el cambio estructural de situaciones que generan marginación, entre otros.

Solo el código deontológico de la educación social se aproxima a estos conceptos y no hay ni rastro de estos conceptos en los otros.

Este listón tan alto puede generar frustraciones en los/las trabajadores sociales, tensiones internas o hacia las instituciones y puede, a su vez, posicionarnos de dos formas, según Xavier:

  1. Movilización y activismo
  2. Alejarse del activismo y potenciar las cualidades técnicas para hacer posible o intentar esas premisas del código ético desde la intervención cotidiana.

Empieza el debate poniendo sobre la mesa el poder inconsciente  que tenemos los y las TS. Recordamos algunas palabras de compañeros en el Día mundial del trabajo social de Lleida, concretamente Pedro Celiméndiz, cuando hizo referencia al hecho que él sí que quería tener poder, siendo el poder en sí mismo algo positivo aunque suene o se pueda interpretar como algo negativo cercano a la manipulación.

¿Puede servir nuestro poder para ese cambio social? Está claro que el cambio social está sujeto a la política global y los cambios a corto plazo, aquellos que favorecen a las personas, se hallan en las distancias cortas, en las políticas locales o, como mucho, autonómicas. Ahí tenemos también un problema de choque ideológico o de temas que están en la agenda política o no, según se acerquen elecciones o según el partido que gobierna, está claro. Aún así, intentamos recordar cuantos trabajador@s sociales conocemos que sean militantes de partidos u ocupen cargos importantes en política, y al menos nosotros, podemos contarlos con los dedos de la mano -podríamos ir a los currículums públicos de los parlamentarios pero visto lo visto, no nos ofrecen credibilidad J-

¿Algún partido podría representar al trabajo social? En consenso, no. Algunos compañeros/as afirman que es necesario que los y las TS entrenos en política si realmente queremos hacer de nuestra palabra, poder en positivo. La palabra “política” es cierto que genera un repelús, un malestar, ya que mezclamos política con partidos y la política es en sí misma la maquinaria para trabajar en favor y para las personas, los ciudadanos, desde un estado de derecho. Así, desde nuestro día a día, todos hacemos política. Pero vemos Política como estructura de partido y el desprestigio de esta política actual nos aleja como colectivo profesional incluso nos pone muchas veces en su contra por decisiones o apuestas que generan injusticia social, es decir, van en contra de las personas y sus derechos. En conclusión: no se hace política, se hace partido, el mecanismo es tan bestia que seguramente engulle aquellos que accedieron a la política por la puerta lateral pensado que igual podían hacer algo por las personas.

Si algo tenemos claro es que si “algú talla el bacallà” -frase catalana que significa que alguien toma las decisiones- són los políticos, por lo tanto, tienen el poder que nosotros podríamos ostentar si nos tiráramos de cabeza a la política. Los y las TS somos más pragmáticos, dicen algunos compañeros.

Varios colegas instan al activismo como modo de denuncia y lucha por el cambio. Aun así, aparece el factor miedo. Miedo a perder el trabajo, a entrar en conflicto con las instituciones, miedo a la libertad de expresión desde el yo persona que pueda tener consecuencias hacia el yo profesional.

Cuesta entender un trabajador/a social de derechas ya que la ideología de izquierdas se acerca más al fondo de nuestra profesión. Una ideología personal neoliberal entra en contradicción con la esencia de la profesión, dicen. A este hecho podemos añadir la sensación común de que el político lucha por sí mismo, por crecer en el partido, por trabajar para él y no para el ciudadano y sus derechos.

Por otro lado, si no estamos en los partidos haciendo política, y por lo tanto, interfiriendo en las decisiones, tenemos el deber ético de elevar a los que sí hacen, nuestra opinión, mirada, y reivindicar, ser la voz del malestar social. Se pone como ejemplo la Marea blanca, en la que usuarios, sanitarios, ciudadanos, luchan contra los recortes y por la calidad del sistema sanitario público. ¿Qué pasó con la marea naranja? En Cataluña, por lo que sabemos, y algunos impulsamos, hubo una gran manifestación hace unos años y después desapareció la Marea por falta de implicación del colectivo. Aun así, vemos compañeros/as de otras comunidades con su camiseta naranja a las puertas de los servicios sociales públicos, algo es algo. Algunas compañeras de los servicios sociales públicos de Lleida nos definimos como activistas encorsetadas como técnicas públicas y ese rol parece que está en oposición con una misma muchas veces, apareciendo también de nuevo el miedo a perder el trabajo si se nos oye demasiado. Ahí la precariedad de los contratos de muchos/as TS, las renovaciones anuales, enlazar sustituciones…  juega en contra de la valentía de la opinión y el posicionamiento público.

Sale a debate la pregunta ¿nos hemos simbiotizado con la exclusión? Toleramos cosas intolerables, esto está claro. Nos hemos vuelto residuales, como las políticas sociales ¿Cómo podemos pasar de ser “contenedor” a “transformador”? y otro tema: ¿realmente la gente –ciudadano, político, etc- nos conoce en este rol de agente de cambio, o nos conciben com actor de vodevil? Dice una compañera entre risas: ¿sabe tu madre a que te dedicas? Jajaja- también aparece el hecho que algunos profesionales se acomodan al sistema y al pensamiento de que “no hay nada que hacer”…

¿Puedo ser TS de los SS_ y ser activista, por ejemplo, de la PAH?………… “yo les daría un premio, dice una colega pero me tengo que callar y aplaudir por dentro, claro”. Así pasa con otros movimientos sociales, cargados de razón muchas veces, pero que sitúan el foco del problema en los y las TS, cuando este debería ponerse en los políticos que son los que aprueban presupuestos, lideran decisiones, etc. Las “maneras” que utilizan, dicen, como las amenazas, los escraches, las agresiones verbales o la presión en los centros de servicios sociales, están matando algunos movimientos que no son capaces de entender que en el centro de la diana no estamos nosotras, y con esas maneras, nos matan a nosotras, y al trabajo social, posicionando a la ciudadanía en contra de los que en primera instancia, los podemos ayudar con los escasos e ineficaces recursos de que disponemos. Plataformas ciudadanas y TS deberíamos estar en el mismo barco, no luchando o remando en sentidos opuestos o incluso contrapuestos. Lo que está claro es que muchos nos ven como cómplices de un sistema injusto y creen que no hacemos nada por luchar contra él; si eres cómplice, eres parte del problema. ¿Tendrán parte de razón? Y los y las TS vemos a menudo demagogia y populismo lejos de la realidad de la comunidad en la que trabajamos. Ahí, dos caras de la misma moneda.

Transita el debate hacia la prostitución de nuestra profesión. Todos pueden opinar, son TS de “secano”, el intrusismo camuflado de buena voluntad,… así todos conocemos políticos que tienen un máster de trabajo social –ejem.- o médicos que hacen diagnósticos sociales, administrativos que valoran que estamos atinando poco con la intervención de una familia, o alcaldes , sobretodo de pueblos pequeños, que no tienen suficiente con sus menesteres, y que se inmiscuyen en los entresijos de la intervención que hacen sus trabajadores sociales., cuestionando o presionando a favor o en contra de determinados vecinos.

Hablamos también del techo de cristal que tenemos los y las TS en relación a la política y a nuestra influencia. Muchas veces, dicen algunas compañeras, han elevado informes técnicos, evaluaciones o memorias con propuestas o alertas que han quedado en un cajón. No siempre el político está dispuesto a escuchar, o escucha pero no hace nada, o acepta e súplicas pero después no se aceptan en el Pleno por su propio partido, o la oposición hace migas propuestas que surgieron de técnicas ilusionadas por el cambio y la mejora social. ¿Por qué no se ocupan más los políticos de lo que es realmente importante? Está claro que es una cuestión de prioridades.

Otras compañeras dicen “hago lo quiero, sin querer queriendo…” vaya sin que se note mucho, pero “busco las pequeñas trampas legales, aquellos puntos oscuros en la línea del bien y el mal a los que el ciudadano puede agarrarse para reflotar en su situación de precariedad, sobre todo cuando veo tantas injusticias. “

Llegamos al final del debate a las 21h. cuando ya atinamos en que la cerveza nos va a saber mejor si hablamos de ágora y de nuestros planes de acabar con el mutismo, de la ilusión por trabajar por la profesión desde dentro, el empeño de los que llevamos el trabajo social en el ADN, que por suerte, aún quedamos muchos.

Salen también a conversación los colegios profesionales como institución de reivindicación de la profesión y más allá de esta, de defensa de los derechos sociales y la justicia social. Existe unanimidad en que son estructuras que deberían ser más libres y que necesitan una modernización como institución. Muchos TS en activo no estan colegiados, o se dan de baja, ¿por qué?  ¿Qué les falta o que les sobra a los colegios profesionales que no llegan a todos o no acaban de satisfacer al colectivo?

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Conclusiones de ágora-.

  1. La unión hace la fuerza, si queremos poder… nos lo tenemos que ganar juntos/as
  2. Tenemos el deber ético de movilizarnos por la justicia social y dar a conocer la gravedad del contexto social actual
  3. Debemos hacer denuncia social, estar más presentes en los medios de comunicación, hacer investigación aplicada, emitir rigurosos informes que pongan contra las cuerdas a los políticos y sus políticas y les obligue de alguna manera a introducir en las agendas políticas temas de derechos y justicia social que tenemos cerca y en nuestro día a día, tanto sufrimiento social debe ser visible para que se haga algo (se pone como ejemplo a la Asociación de directoras y gerentes de servicios sociales, con sus estudios informes y dictámenes al menos consiguen poner sobre la mesa cosas que no gusta oír a los políticos y que moviliza opiniones).
  4. Buscar espacios de interlocución con los políticos, que nos escuchen, ser más críticos y hacer presión y denuncia bien expresada.

FIN

Tema muy interesante. Acabamos con un subidón impresionante.

Por cierto… Si hay políticos en la sala…. ¿Os sentaríais con nosotr@s a escuchar?